El Misterio de Santa Sophia
Era un día soleado en la antigua ciudad de Constantinopla, y dos amigos, Leo y Mila, estaban muy emocionados. Ambos tenían una gran curiosidad por conocer más sobre la famosa Iglesia de Santa Sophia, un enorme edificio que se alzaba majestuoso en la plaza principal.
"- ¡Mila! ¡Mirá lo grande que es!", exclamó Leo, mientras señalaba el imponente edificio con su dedo.
"- Sí, Leo, es impresionante. ¿Te imaginás cuántas historias tiene para contar?", respondió Mila, admirando las bellas cúpulas que brillaban bajo el sol.
Los dos amigos solían aventurarse por las calles de la ciudad, buscando secretos escondidos. Esa tarde, decidieron que entrar a Santa Sophia sería su misión.
Al ingresar, quedaron asombrados por el esplendor del lugar. Las paredes estaban decoradas con mosaicos brillantes que representaban escenas de la historia y la cultura.
"- ¡Wow! ¡Mirá esos colores! ¿Creés que podamos tocar uno de esos mosaicos?", preguntó Leo.
"- Creo que no, Leo. Dicen que son muy delicados. Pero podemos investigar qué significan", sugirió Mila, sacando un pequeño cuaderno.
Mientras ambos tomaban notas, de repente escucharon un ruido extraño detrás de una de las columnas. Intrigados, se acercaron y encontraron una pequeña puerta semiabierta.
"- ¿Qué será eso?", murmuró Mila.
"- No lo sé, pero debemos averiguarlo", respondió Leo con un brillo aventurero en los ojos.
Decidieron empujar la puerta suavemente y, para su sorpresa, encontraron una habitación llena de libros antiguos y rollos de pergaminos.
"- ¡Increíble! Hay libros que ni siquiera sabía que existían", exclamó Mila, hojeando uno que tenía dibujos fantásticos de arquitectos y constructores.
"- ¿Y si buscamos alguna historia que hable sobre cómo se construyó Santa Sophia?", sugirió Leo, entusiasmado.
Mientras buscaban, encontraron un viejo diario cubierto de polvo. "- ¡Mirá esto! ¿Quién creés que lo habrá escrito?", preguntó Mila, abriendo el diario con cuidado.
"- No sé, pero parece de alguien que estuvo aquí hace mucho tiempo. Tal vez un arquitecto. Escuchá:" - dijo Leo, leyendo en voz alta: 'Hoy he diseñado la cúpula más hermosa del mundo y mi sueño es que dure por mil años...'.
"- ¡Eso es de locos! Quiero conocer a ese arquitecto", dijo Mila emocionada.
Justo en ese momento, escucharon pasos en la distancia. "- Leo, creo que deberíamos escondernos", susurró Mila, asustada.
Corrieron detrás de un estante de libros mientras veían a un anciano entrar en la habitación.
"- Cuidado, pequeños intrusos. Este lugar guarda muchos secretos", dijo el anciano con voz profunda.
"- Lo siento, señor. No queríamos molestar. Solo queríamos aprender sobre Santa Sophia", contestó Leo, con un poco de miedo.
El anciano sonrió. "- Y eso está muy bien. Aprender es una aventura de por sí. Pero este lugar está protegido por la historia. ¿Quieren saber más?"
"- ¡Sí! Por favor!", gritaron ambos al unísono.
"- Entonces, siéntense y escuchen", comenzó el anciano. "Esta iglesia fue pensada por un hombre con un gran sueño: Justiniano. Él soñaba con un lugar que inspirara a todos. Cada piedra aquí tiene un propósito y cada cúpula es una historia. Quiero que ustedes continúen esa historia...".
Leo y Mila se miraron, comprendiendo que su descubrimiento era una gran responsabilidad. El anciano los miró a ambos y sonrió.
"- Si realmente desean hacerlo, deben prometerme que contarán estas historias a otros. La historia no solo se vive, se comparte. Y solo así perdurará en el tiempo. ¿Lo harán?"
"- ¡Sí! ¡Prometemos contarlo a todos!", respondieron emocionados.
El anciano les asignó una misión: debían recorrer la ciudad, aprender sobre otros edificios y compartir el conocimiento con sus amigos en la plaza. Una clausura que simbolizaría su compromiso con la historia.
Los amigos se despidieron del anciano y, llenos de emoción, comenzaron su búsqueda de conocimiento. Al regresar a la plaza, Leo y Mila narraron lo que habían descubierto a un grupo de niños ansiosos por escuchar sus aventuras.
"- Y lo mejor de todo es que cada uno de ustedes también puede encontrar sus propias historias. ¡Constantinopla está llena de misterios!", finalizó Mila, mientras todos aplaudían.
Y así, Leo y Mila se convirtieron en los contadores de historias de su barrio. Con cada relato, mantenían viva la magia de Santa Sophia y su legado, asegurándose de que la historia, la curiosidad, y la amistad siempre siguieran brillando entre las antiguas piedras de Constantinopla.
FIN.