El misterio de Villa Alegre



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño llamado Mateo. Era una tarde de verano y Mateo se encontraba aburrido en su casa sin saber qué hacer.

"¡Qué aburrimiento! No hay nada interesante para hacer aquí", se quejaba Mateo mientras miraba por la ventana. Decidió salir a dar un paseo por el pueblo en busca de algo emocionante que hacer.

Mientras caminaba, vio a lo lejos un grupo de niños corriendo y riendo en el parque. Se acercó curioso para ver qué estaban haciendo. "¡Hola, soy Mateo! ¿Qué están jugando?", preguntó emocionado. "Hola Mateo, estamos jugando al juego de las pistas.

Es muy divertido, ¿te gustaría unirte?", respondió Sofía, una niña del grupo. Mateo aceptó encantado y los niños le explicaron que debían seguir una serie de pistas escondidas por todo el parque para encontrar un tesoro al final del recorrido.

Emocionado, comenzaron la búsqueda siguiendo las pistas que los llevaban a diferentes rincones del parque: debajo del banco rojo, detrás del árbol grande, cerca de la fuente...

Después de resolver todas las pistas, llegaron finalmente a un árbol enorme donde encontraron enterrada una caja llena de golosinas y juguetes. Los niños gritaron emocionados y comenzaron a repartirse el tesoro entre todos. "¡Esto es increíble! ¡Gracias por dejarme jugar con ustedes!", exclamó Mateo felizmente.

Los niños pasaron el resto de la tarde jugando juntos y divirtiéndose como nunca antes lo habían hecho. Cuando ya estaba oscureciendo, se despidieron prometiendo volver a reunirse pronto para más aventuras.

Mateo regresó a su casa con una gran sonrisa en el rostro y lleno de emoción por haber encontrado nuevos amigos y vivido una tarde tan emocionante gracias al juego de las pistas. Desde ese día, aprendió que siempre hay algo divertido por descubrir si uno se anima a explorar y compartir con los demás.

Y así, cada tarde aburrida se convirtió en una oportunidad para vivir nuevas aventuras junto a sus amigos en Villa Alegre.

FIN.

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