El misterio del amanecer en el campo de la comida amorosa




En un hermoso campo lleno de plantas frondosas y colinas ondulantes, vivía una comunidad de seres pequeños y coloridos conocidos como los Amorcitos. Los Amorcitos eran criaturas mágicas que se encargaban de cultivar y cuidar las plantas del campo con amor y dedicación. Cada mañana, esperaban ansiosos el amanecer para comenzar su día de trabajo.

Un día, la comida en el campo de los Amorcitos comenzó a desaparecer misteriosamente. Las zanahorias, tomates y lechugas amanecían devorados, dejando a los Amorcitos desconcertados y preocupados. Decidieron investigar y descubrir al responsable de estas travesuras.

"¡Algo extraño está sucediendo en nuestro hermoso campo de la comida amorosa!" exclamó Rosalinda, la líder de los Amorcitos. "Debemos resolver este misterio antes de que se acabe toda nuestra preciosa cosecha."

Los Amorcitos se organizaron para vigilar el campo durante la noche, esperando capturar al intruso. Sin embargo, cuando el sol se escondió y la luna iluminó el campo, una figura misteriosa se deslizó entre las plantas y comenzó a devorar la comida.

"¡Ahí está! ¡Atrapémoslo!" gritó Valentín, el Amorcito más ágil de todos. Los Amorcitos corrieron hacia la figura y, para su sorpresa, descubrieron a un conejo hambriento disfrutando de un festín nocturno.

"¡No es justo!" exclamó el conejo. "No tengo comida en mi propio campo y esta es tan deliciosa."

Los Amorcitos se miraron entre ellos y sintieron compasión por el conejo. Decidieron compartir parte de su cosecha con él, enseñándole a sembrar sus propias verduras en su campo. El conejo, agradecido, prometió cuidarlas con amor y gratitud.

A medida que pasaban los días, el campo de la comida amorosa volvió a florecer con más verduras y, para sorpresa de los Amorcitos, otros animales del bosque se acercaron para aprender a cultivar y cuidar la naturaleza con amor. El amanecer se volvió más brillante y lleno de esperanza, y el campo prosperó gracias al espíritu solidario de los Amorcitos.

Los Amorcitos aprendieron que el amor, la generosidad y el cuidado no tienen límites, y que al compartir con otros se multiplicaba la felicidad en su hermoso campo de la comida amorosa.

FIN.

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