El misterio del anciano sabio


Había una vez un niño llamado Martín, que vivía en un pequeño pueblo al pie de una hermosa montaña. Martín era muy aventurero y siempre estaba buscando nuevas emociones.

Un día, decidió hacer una excursión por la montaña con sus amigos. El grupo de amigos se adentró en el bosque, explorando senderos y disfrutando del aire fresco. Pero mientras jugaban a las escondidas, Martín se separó del grupo sin darse cuenta.

Cuando finalmente salió de su escondite, no vio a ninguno de sus amigos cerca. Martín comenzó a caminar en busca de ellos, pero pronto se dio cuenta de que estaba perdido.

El sol comenzaba a ponerse y el niño empezaba a preocuparse cada vez más. Decidió seguir caminando hacia arriba para tener una mejor vista del paisaje y tal vez encontrar alguna señal que lo ayudara a encontrar su camino de regreso.

Después de un largo rato subiendo, Martín llegó a una pequeña cabaña en medio del bosque. Golpeó la puerta con esperanza y fue recibido por un anciano amable llamado Don Pedro.

"¡Hola joven! ¿Qué te trae por aquí?", preguntó Don Pedro sorprendido al ver al niño solo en la montaña. Martín le explicó cómo se había separado de sus amigos y ahora no sabía cómo volver al pueblo. Don Pedro escuchó atentamente y luego le ofreció su ayuda. "No te preocupes, muchacho", dijo Don Pedro tranquilizadoramente.

"Conozco estas montañas como mi propia mano. "Así fue como Martín pasó la noche en la cabaña junto a Don Pedro.

Durante la cena, el anciano le contó historias fascinantes sobre la montaña y le enseñó algunos trucos para orientarse en medio de la naturaleza. A la mañana siguiente, Martín se despertó temprano y decidió seguir los consejos de Don Pedro.

Con su mochila cargada de comida y agua, se despidió del amable anciano y se adentró nuevamente en el bosque. Mientras caminaba, Martín recordaba las historias que había escuchado y usaba sus conocimientos para encontrar pistas que lo llevaran a casa. Pasaron horas caminando, pero cada vez estaba más cerca de su objetivo.

Finalmente, cuando ya estaba por rendirse, Martín vio una pequeña catarata que reconocía. ¡Estaba cerca del pueblo! Lleno de alegría, corrió hacia allí y pronto encontró a sus amigos preocupados esperándolo en el camino.

"¡Martín! ¡Estábamos tan preocupados por ti!", exclamaron todos al verlo sano y salvo. Martín les contó sobre su aventura en la montaña y cómo Don Pedro lo había ayudado a encontrar el camino de regreso.

Todos estaban asombrados por las habilidades que había aprendido durante su experiencia perdido. Desde aquel día, Martín nunca dejó de ser un niño aventurero, pero ahora siempre lleva consigo una brújula y aprendió a prestar atención a los detalles mientras explora nuevos lugares.

Y cada vez que sube esa montaña junto con sus amigos, recuerda con gratitud al amable anciano que lo ayudó cuando él se perdió en la montaña.

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