El Misterio del Anillo Violeta


Jael estaba muy emocionada porque hoy era su cumpleaños número 6. Le encantaba el color violeta, cantar y bailar con su hermana mayor Sara, sus primas y amigas.

Estaban todas juntas en el jardín de la casa, disfrutando de juegos y risas bajo el cálido sol de la tarde. De repente, una preciosa mariposa morada revoloteó alrededor de Jael y sus amigas. Todas se quedaron maravilladas por su belleza y comenzaron a seguirla mientras reía alegremente.

- ¡Miren qué bonita es! -exclamó Jael emocionada. La mariposa parecía querer mostrarles algo y guiaba a las niñas hacia un rincón del jardín donde florecían las violetas más hermosas que habían visto jamás.

Pero cuando Jael quiso tocar una flor, se dio cuenta de que había perdido su anillo favorito. - ¡Ay no! ¡Perdí mi anillo violeta! -dijo Jael con tristeza. Inmediatamente, todas las niñas se pusieron manos a la obra para ayudarla a buscarlo.

Revolvieron cada rincón del jardín, levantaron hojas secas y movieron piedras con cuidado, pero el anillo parecía haber desaparecido sin dejar rastro.

Después de un buen rato buscando incansablemente, Sara levantó una pequeña piedra y ahí estaba: el anillo violeta brillando bajo los últimos rayos del sol. Jael lo tomó entre sus dedos con emoción y en ese instante algo mágico sucedió: un destello dorado envolvió a todas las niñas transformándolas en princesas radiantes montadas en caballos blancos majestuosos.

- ¡Wow! ¡Somos princesas! -exclamaron asombradas. Las princesas cabalgaron por prados verdes salpicados de flores multicolores mientras el viento jugueteaba con sus cabellos. Se sentían libres como nunca antes habían experimentado.

Los pájaros cantaban melodías celestiales a su paso y los rayos del sol pintaban destellos dorados sobre sus vestidos brillantes. - ¿Cómo ocurrió esto? -preguntó una de las primas incrédula. - Es magia pura -respondió Sara con una sonrisa radiante-.

La magia de la amistad y la solidaridad nos ha llevado a vivir esta aventura única e inolvidable. Las princesas siguieron cabalgando hasta que el sol comenzó a ocultarse en el horizonte. Con tristeza en sus corazones pero felices por lo vivido, regresaron al jardín donde todo comenzó.

La mariposa morada aún revoloteaba cerca de ellas como despidiéndose antes de desaparecer en la noche estrellada.

Esa noche, Jael sopló las velitas de su torta rodeada por familiares y amigos mientras recordaba con cariño la increíble aventura que vivió junto a sus seres queridos convertidas en princesas por un breve pero mágico momento.

Y así fue como Jael descubrió que los momentos especiales siempre están llenos de sorpresas inesperadas si uno está dispuesto a creer en la magia que hay dentro del corazón humano.

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