El Misterio del Árbol de Navidad



Era una fría mañana de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Arcoíris. Todos estaban entusiasmados porque se acercaba la Navidad. Las calles estaban decoradas con luces brillantes y los niños hacían planes para la gran fiesta de Nochebuena.

Entre ellos estaba Sofía, una niña curiosa y valiente. Su mejor amigo, Tomi, siempre la acompañaba. Esta vez, los dos decidieron que querían hacer algo especial: querían ayudar a que su pueblo tuviera la mejor Navidad de la historia.

"¿Por qué no decoramos el árbol de la plaza?" - propuso Sofía con una sonrisa. "Está muy triste y solo".

"¡Gran idea, Sofía!" - respondió Tomi emocionado. "Pero necesitamos más ayuda".

Así fue como ambos comenzaron a invitar a sus amigos en el barrio. Pronto, se unieron Lucre y Beto, dos hermanos que eran excelentes pintores, y luego se les sumó Rita, la chica de la tienda de dulces, con una bolsa llena de caramelos.

"¡Vamos a hacer un árbol que todos recordarán!" - exclamó Lucre.

Durante los días siguientes, los chicos trabajaron arduamente en la decoración del árbol. Pintaron varias bolas de colores, recortaron estrellas brillantes y crearon guirnaldas con papel reciclado. Todos en el pueblo se dieron cuenta de lo que estaban haciendo y empezaron a acercarse para ayudar.

"Sofía, ¿qué tal si hacemos una competencia de adornos?" - sugirió Beto. "El que haga el mejor adorno gana un superdulce de Rita".

"¡Me encanta la idea!" - dijo Sofía muy animada. "El árbol se verá aún más hermoso".

Así que los niños comenzaron a competir entre ellos, creando adornos cada vez más creativos. Pero lo que comenzó como una divertida competencia, pronto se volvió algo diferente. Un grupo de chicos, liderados por Gonzalo, empezó a crear adornos de mal gusto, burlándose de los demás y haciendo comentarios hirientes.

"¡No pueden vencer a nuestros adornos reciclados!" - gritó Gonzalo. "Mis padres compraron los mejores!".

Eso dejó a algunos de los niños tristes, hasta que Sofía tomó la determinación de hablar.

"¡Esperen!" - dijo, subiendo a una pequeña caja. "Vamos a recordar que esto es una fiesta para todos. No se trata de quién tiene el adorno más caro, sino de quién hace el adorno con más amor".

Los demás comenzaron a murmurar. Tomi se acercó y añadió:

"Sofia tiene razón. Este árbol es nuestro, el de todos los chicos del pueblo. Deberíamos unirnos y hacer lo mejor para el árbol, no competir entre nosotros".

Sin dudarlo, todos los niños se unieron, incluyendo a Gonzalo, quien empezó a sentir que su actitud no había sido la correcta. La competencia se transformó en una hermosa colaboración. Cada niño tuvo la oportunidad de añadir su toque al árbol.

Finalmente, llegó el día de la gran inauguración. Con los corazones latiendo de emoción, todos los habitantes de Villa Arcoíris se reunieron en la plaza. El árbol estaba incrustado de colores vivos, sonrisas y dulces.

"¡Uno, dos, tres!" - gritaron los niños al mismo tiempo, y al unísono encendieron las luces del árbol.

"¡Es hermoso!" - exclamó Rita, mientras todos los chicos se abrazaban y aplaudían.

Gonzalo miró a su alrededor y, por primera vez, se sintió parte de un equipo. Se acercó a Sofía y le dijo:

"Perdón si fui malo. Me alegro de haberme unido a ustedes. ¡Este árbol es el más lindo de todos!".

Sofía sonrió, contenta de que todos habían aprendido la lección de que la Navidad no sólo se trata de adornos, sino de la unión y el amor entre amigos. El árbol simbolizaba su amistad, y la plaza se llenó de risas, abrazos y muchas más luces.

Desde esa navidad, el árbol de Villa Arcoíris se convirtió en un símbolo de amistad y colaboración. Todos los años, los niños se reunían para decorar el árbol, recordando la importante lección que aprendieron: juntos son más fuertes y la magia de la Navidad brilla aún más fuerte cuando se comparte.

Y así, el espíritu navideño seguía vivo en el corazón del pueblo, y cada año, el árbol de Navidad brillaba más que nunca, gracias al esfuerzo de todos sus habitantes.

FIN.

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