El Misterio del Árbol Songrande



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, un árbol muy especial llamado Songrande. Este árbol era gigantesco, con ramas largas y frondosas y hojas que brillaban como si tuvieran un toque de magia. Todos los niños del pueblo jugaban alrededor de él y le contaban sus secretos. Pero un día, algo extraño ocurrió: las hojas de Songrande comenzaron a caer en pleno verano.

Los niños estaban preocupados.

"¿Por qué está perdiendo sus hojas?", preguntó Lila, una niña con una curiosidad insaciable.

"Tal vez está enfermo", sugirió Tomi, un niño que siempre pensaba en lo peor.

"No, no puede ser eso, ¡tiene que haber una razón más divertida!", intervino Mateo mientras hacía muecas para intentar animar a sus amigos.

Un día, Lila decidió que tenía que descubrir el misterio. Junto con Tomi y Mateo, se armó de valor y se acercaron al árbol.

"¿Y si hablamos con él?", dijo curiosamente Lila.

"¿Hablar con un árbol? Eso es raro, igual... podría ser divertido", respondió Mateo.

"¡Solo hay una manera de saberlo!", dijo Tomi, un poco dudoso, pero intrigado.

Los tres se sentaron en el tronco del árbol y Lila, con voz suave, dijo:

"Songrande, ¿por qué pierdes tus hojas?"

Para su sorpresa, el árbol empezó a vibrar suavemente. Las hojas que aún permanecían en sus ramas comenzaron a moverse, creando un suave susurro.

"Quiero mostrarles algo", dijo el árbol, y a medida que hablaba, una luz brillante emergió de sus ramas.

Los niños, fascinados, se aferraron unos a otros. El árbol comenzó a contarles historias de épocas pasadas, de cómo había crecido con el tiempo y de los amigos y experiencias que había disfrutado bajo su sombra.

"Pero entonces, sentí que había olvidado lo más importante: compartir con otros y cuidar de mi entorno. Por eso, en cuanto el verano llegó, decidí perder algunas hojas para recordarles que todos necesitamos cuidar nuestra casa, nuestro mundo", explicó Songrande.

Lila, Tomi y Mateo se miraron entre ellos, comprendiendo el mensaje.

"Tenemos que hacer algo para ayudar a Songrande a recuperarse y cuidar de nuestro pueblo", dijo Lila resuelta.

"¡Sí! Organizar una fiesta para plantar más árboles y hacer que todos en Alegría se involucren", propuso Mateo emocionado.

"Y podemos hacer carteles para invitar a cada casa", añadió Tomi.

Los niños se pusieron manos a la obra y al día siguiente, corrieron por el pueblo repartiendo carteles y hablando con todos. La noticia se esparció y todos estaban entusiasmados.

El día de la fiesta, el parque se llenó de risas y sonrisas. Familias enteras vinieron a sembrar nuevos árboles, flores y plantas. El pueblo se transformó en un colorido festival de vida, esperando ver florecer el trabajo en equipo.

"Miren cómo brilla el árbol ahora", le dijo Lila a Tomi y Mateo.

"¡Es todo un espectáculo!", respondieron ellos riendo.

A medida que los días pasaron, Songrande volvió a llenarse de hojas. Ya no solo era un árbol gigante; era un símbolo de amistad y cuidado por la naturaleza.

"Gracias, queridos amigos. Ustedes me recordaron que la verdadera alegría está en compartir y cuidar juntos", dijo el árbol con su cálida voz.

Desde ese día, los niños de Alegría siempre se acordaron de cuidar su entorno y compartir con los demás. Se convirtió en una tradición: cada año, sembrar más árboles y celebrar la naturaleza. Y así, el Misterio del Árbol Songrande no solo se resolvió, sino que también enseñó a todo el pueblo la importancia de cuidar lo que amamos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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