El Misterio del Arcoíris



Una tarde de primavera, Pablo, un niño curioso de diez años, decidió salir a explorar el campo detrás de su casa. Con su capa roja ondeando al viento y su sombrero de paja puesto, se sintió como un verdadero aventurero.

"Hoy me siento valiente", se dijo Pablo mientras cruzaba la verja de su jardín.

Al darse cuenta de que por allá había un camino que nunca había tomado, decidió seguirlo. Mientras caminaba, vio una sombra extraña moverse entre los árboles.

"¿Quién está ahí?", preguntó Pablo, un poco asustado pero intrigado.

Nadie respondió, pero la sombra parecía invitarlo a seguirla. Entonces, sin pensarlo dos veces, Pablo siguió el camino. Tras varios pasos, encontró a su abuelo sentado en un tronco, rodeado de flores silvestres.

"Ah, Pablo! Justo en el momento adecuado, estaba esperando que vinieras", dijo el abuelo con una sonrisa.

"¿Esperándome? ¿Para qué?", preguntó Pablo, emocionado.

"Para mostrarte el secreto del arcoíris", respondió el abuelo, mientras señalaba a lo lejos.

Pablo miró hacia donde su abuelo apuntaba y, para su sorpresa, vio un hermoso arcoíris que se extendía sobre el campo.

"Pero, abuelo, ¿cómo podemos llegar hasta allí?", inquirió el niño.

"Debemos encontrar la cima de la colina, donde la luna llena ilumina el camino. Allí, debajo del arcoíris, hay un tesoro escondido", explicó el abuelo.

Con el entusiasmo por la aventura, Pablo se dirigió junto a su abuelo hacia la colina. Mientras caminaban, el abuelo le contaba historias sobre el campo, las vacas y las gallinas que vivían allí.

"¿Sabías que las vacas tienen amistad con las gallinas?", dijo el abuelo con un guiño.

"¡Eso no lo sabía!", replicó Pablo, entre risas.

Al llegar a la cima, el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas y la luna llena comenzó a brillar.

"Mira, Pablo, ahí está el arcoíris", señaló el abuelo.

Era un espectáculo de colores deslumbrantes. Les pareció mágico. Pero repentinamente, la sombra que Pablo había visto antes se volvió a aparecer detrás de ellos, y esta vez era una figura un tanto inquietante.

"¡Hola! Soy Sombra, y estoy aquí para ayudarles", dijo la figura, que resultó ser un amigo imaginario de Pablo.

"¿Ayudarnos? ¿Con qué?", preguntó Pablo intrigado.

"Con el tesoro que hay bajo el arcoíris. Solo algunos elegidos pueden encontrarlo", recuperó confianza el niño.

El abuelo miró a Pablo y asintió.

"¿Ves, Pablo? A veces, las cosas no son lo que parecen", dijo el abuelo, empujando suavemente a Pablo a dar un paso adelante.

"Vamos a descubrirlo juntos!", exclamó Pablo, y con la Sombra guiando el camino, se adentraron en el arcoíris.

De repente, todo se volvió colorido a su alrededor y, al final, encontraron un cofre lleno de pequeñas semillas brillantes.

"¡Son semillas mágicas!", exclamó pablo emocionado.

"Sí, y con ellas podrás hacer que tu jardín crezca como nunca antes. Cada planta es especial, al igual que tú, Pablo", expliqué Sombra.

Con una mano llena de semillas y una sonrisa en el rostro, Pablo aprendió una valiosa lección sobre la amistad, la naturaleza y lo importante que es creer en uno mismo.

"Gracias, abuelo. Gracias, Sombra. No solo descubrí un arcoíris, sino también un tesoro en mi corazón", dijo Pablo, decidido a cuidar de su jardín.

Y así, Pablo regresó a casa con su abuelo y su nuevo amigo, sabiendo que cada paso que daba le llevaba a una nueva aventura llena de color y significado.

FIN.

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