El Misterio del Arcoíris y el Sombrero del Abuelo



En un pequeño campo, a las afueras de un pueblo, vivía un abuelo simpático, conocido por todos como Don Juan. Tenía un sombrero enorme que usaba para protegerse del sol mientras cuidaba de sus animales: gallinas brillantes, vacas que pastaban tranquilas y un perro llamado Pablo, siempre juguetón y curioso.

Una noche, cuando la luna llena iluminaba todo como si fuera día, Don Juan les contó a sus nietos la historia de un arcoíris mágico que aparecía sólo cuando había un vaso especial en el campo.

"Pero abuelo, ¿qué tiene de especial ese vaso?" - preguntó Clara, su nieta mayor.

"Ah, mi querida Clara, la leyenda dice que este vaso sólo aparece cuando alguien realmente tiene un sueño puro y sincero. Entonces, el arcoíris llega para ayudar a cumplirlo" - respondió el abuelo.

Intrigados, los niños decidieron que esa noche buscarían el vaso. Se pusieron sus abrigos, tomaron una linterna y salieron al campo con Pablo corriendo felizmente detrás de ellos. Mientras caminaban, la luna les guiaba el camino y las sombras de los árboles danzaban alrededor.

"¿Y si no encontramos nada, abuelo?" - preguntó Mateo, el más pequeño de los hermanos.

"No te preocupes, Mateo. A veces el camino es más importante que el destino" - dijo Don Juan con una sonrisa.

Mientras caminaban, de repente, ¡apareció un arcoíris brillante por una esquina del campo! Los niños quedaron maravillados. Pablo, al ver el arcoíris, ladró y corrió hacia él.

"¡Mirá, abuelo!" - gritó Clara "Es nuestro amigo el arcoíris!"

"Vamos a seguirlo, tal vez nos guíe al vaso mágico" - sugirió el abuelo.

Corrieron tras el arcoíris, riendo y saltando. Pero cuando llegaron al final, se encontraron con un viejo tronco cubierto de musgo, no había ningún vaso a la vista.

"Esto no es un vaso... ¿qué hacemos ahora?" - se quejó Mateo, un poco decepcionado.

"A veces, lo que buscamos no es físico. El verdadero vaso podría ser un. ¡Tal vez nuestro corazón!" - explicó Don Juan, mirando a sus nietos con ternura.

"¿Y cómo hacemos eso, abuelo?" - preguntó Clara.

"Por medio de nuestros sueños, jóvenes. Cada uno de ustedes tiene un sueño. ¿Qué quisieran hacer?" - dijo el abuelo.

"Yo pienso que me gustaría ser artista y pintar el arcoíris en un bello cuadro" - dijo Clara, recordando lo hermoso que se veía.

"Yo quiero ser un gran cocinero y hacer tortas riquísimas para todos" - afirmó Mateo, emocionado por su idea.

"Y quiero seguir jugando con ustedes, siempre siendo parte de sus sueños" - ladró Pablo, moviendo su cola.

De repente, el aire se llenó de un brillo mágico y el viejo tronco abrió una pequeña compuerta revelando un hermoso vaso dorado.

"¡Miren!" - gritó Clara, señalando.

"¡Es el vaso que buscamos!" - exclamó Mateo.

Don Juan sonrió emocionado.

"Vieron, el camino que tomaron, con sus sueños en el corazón, les llevó a esto. Cada uno de sus sueños es como un color en ese arcoíris, juntos forman algo maravilloso. Recuerden siempre soñar" - dijo el abuelo, mientras el vaso brillaba luminoso bajo la luna llena.

Desde entonces, Don Juan les enseñó a sus nietos a cuidar de sus sueños. Con el tiempo, Clara se convirtió en la artista más reconocida del pueblo, Mateo cocinaba las mejores tortas y, por supuesto, Pablo siempre estaba a su lado, haciendo travesuras en cada aventura. La magia del arcoíris se encontraba en ellos y cada vez que veían uno, sabían que era un recordatorio de seguir sus corazones.

Y así, el abuelo, las gallinas, las vacas, el campo, y sobre todo, los sueños, seguían formando parte de sus vidas, llenando cada rincón de amor y colores.

FIN.

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