El misterio del armario revoltoso


Limon era un gatito muy travieso y adorable. Vivía en una casa grande junto a su familia humana, los Rodríguez. Aunque era pequeño, siempre se las arreglaba para meterse en problemas.

Un día, mientras la señora Rodríguez estaba ordenando su ropa en el ropero, Limon decidió que ese sería su nuevo escondite favorito. Se metió entre los abrigos y camisas sin que nadie lo viera.

La señora Rodríguez buscó por todo el lugar pero no lograba encontrar al pequeño gatito. Llamó a sus hijos, Juanita y Pedro, para que le ayudaran a buscarlo. "¿Dónde estás, Limoncito? ¡Ven aquí!", exclamaba la señora Rodríguez preocupada.

Juanita y Pedro comenzaron a revisar cada rincón de la casa en busca de Limon. Miraban debajo de los muebles, detrás de las cortinas e incluso treparon hasta el techo buscándolo con desesperación. Pasaron horas buscando al inquieto gatito sin tener éxito alguno.

Estaban tristes y preocupados porque no sabían dónde podía estar ni si estaba bien. Mientras tanto, Limon seguía escondido en el ropero sin hacer ningún ruido. Pero poco a poco empezó a darse cuenta de que había cometido un error al esconderse allí dentro.

Sentía hambre y sed porque había pasado mucho tiempo desde su última comida. Además del hambre y la sed, Limon también sintió miedo.

Se dio cuenta de que se había metido en un lío muy grande y no sabía cómo salir de él. "¡Oh no, qué he hecho! Quiero salir de aquí", maulló Limon angustiado. De repente, escuchó un suave ruido cerca del ropero. Era Juanita que había vuelto a buscarlo una vez más.

Había notado que el gatito siempre se escondía en lugares pequeños y oscuros. "¡Limoncito, ven aquí! Sé que estás por aquí", dijo Juanita con voz dulce. Limon comenzó a moverse dentro del ropero para llamar la atención de Juanita.

Hacía ruidos y movimientos extraños para hacerla notar su presencia. Juanita abrió la puerta del ropero y ahí estaba Limon, asustado pero aliviado al ver a su amiga humana.

Lo tomó en brazos y lo llevó hasta el agua y la comida para que pudiera saciar su hambre y sed. Desde ese día, Limon aprendió una gran lección: que no siempre es bueno jugar a esconderse en lugares peligrosos.

También aprendió lo importante que era tener amigos como Juanita y Pedro, quienes siempre estarían allí para ayudarlo cuando lo necesitara. A partir de entonces, Limon dejó sus travesuras de lado y se convirtió en un gato más responsable. Ya no buscaba problemas sino momentos divertidos junto a su familia humana.

Y así fue como Limon entendió que aunque ser travieso puede resultar emocionante, también hay momentos en los que debemos pensar antes de actuar para evitar situaciones peligrosas o preocupar a quienes nos quieren. Y colorín colorado, esta historia ha terminado...

¡Pero recuerda siempre ser responsable y cuidadoso, como Limon!

Dirección del Cuentito copiada!