El Misterio del Avión en la Selva
En un pequeño pueblo cerca de la selva, vivía un grupo de amigos: Tomás, Luisa y Joaquín. Un día, mientras jugaban en el parque, un fuerte ruido los sorprendió. Miraron hacia el cielo y vieron un avión que parecía estar en problemas.
"¿Viste? ¡Ese avión se está moviendo raro!" - exclamó Tomás, apuntando hacia el cielo.
"¡Y está cerca de la selva! ¡Debemos hacer algo!" - agregó Luisa, con ojos brillantes de emoción.
"Pero, ¿cómo lo haremos?" - preguntó Joaquín, un poco nervioso.
Aún así, su curiosidad los llevó a investigar. Con una mochila llena de provisiones, decidieron aventurarse hacia la selva. Al llegar, los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo. Un camino de hojas crujientes los guiaba.
"¡Miren! ¡Huella de un animal!" - dijo Joaquín, señalando una marca en el suelo.
"Puede ser del piloto, tal vez se haya caído aquí" - sugirió Luisa, emocionada por el descubrimiento.
"Vamos a seguirla" - indicó Tomás, decidido.
A medida que caminaban, el sonido de la selva los acompañaba: pajaritos cantando, hojas susurrando y, de repente, un rugido lejano.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Joaquín, un poco asustado.
"No te preocupes, seguro es solo un jaguar. ¡Los animales no nos harán nada!" - tranquilizó Luisa.
Siguieron adelante, y al dar la vuelta a un enorme árbol, ¡se encontraron con el piloto! Pero no era un piloto cualquiera, era un simpático señor con una gran barba blanca y un gorro de aviador.
"¡Hola chicos! Gracias por ayudarme. Mi avión tuvo una falla y tuve que aterrizar aquí. ¡Pero no me puedo llevar el avión solo! Me quedé sin gasolina y necesito su ayuda!" - explicó el piloto.
Los tres amigos se miraron sorprendidos, y Tomás preguntó:
"¿Cómo podemos ayudarte?"
"Necesito encontrar un lugar en la selva donde conseguir un poco de fruta especial que me dará energía para volver a mi avión" - contestó el piloto, apuntando hacia un mapa que llevaba en su mochila.
Juntos, acordaron buscar la fruta. El piloto les explicó que era una fruta mágica que solo crecía debajo de un arco iris natural que aparecía después de la lluvia. Entonces, decidieron esperar a que lloviera.
Mientras esperaban, se sentaron alrededor del piloto, quien les contó historias de sus viajes alrededor del mundo, mostrándoles fotos de animales exóticos y paisajes impresionantes.
"¡Guau! ¡Quiero ver todo eso algún día!" - dijo Luisa, llenándose de inspiración.
"Y yo quiero ser piloto como vos" - agregó Joaquín, con los ojos llenos de sueños.
Finalmente, después de un par de horas, empezó a llover. Al poco tiempo, un hermoso arco iris apareció en el cielo.
"¡Miren! ¡El arco iris! Hay que encontrar la fruta ahora!" - gritó Tomás lleno de entusiasmo.
Siguiendo el arco iris, los chicos y el piloto atravesaron riachuelos y subieron rocas, hasta que encontraron un árbol repleto de frutas brillantes de colores.
"¡Aquí está! ¡Es la fruta mágica!" - exclamó el piloto, llenándose la mochila de las frutas.
"Hay tantas, podemos llevar algunas a casa" - sugirió Luisa, pensando en compartirlo con sus familias.
Cuando el piloto terminó, todos regresaron al lugar donde estaba el avión. El piloto colocó la fruta en el motor y, en un abrir y cerrar de ojos, el avión empezó a rugir y a cobrar vida.
"¡Gracias! ¡No lo hubiera logrado sin ustedes!" - gritó el piloto, lleno de gratitud.
"¿Podemos volar con vos?" - preguntó Joaquín, emocionado.
"Claro que sí, ¡pero primero hay que despegar bien!" - dijo el piloto mientras subía a la cabina.
Los amigos subieron al avión, colocándose los cinturones de seguridad. Tomás miraba con asombro todo lo que hacían en los controles. Luisa miraba por la ventanilla, sintiendo que volaba sobre la selva, y Joaquín estaba listo para la aventura.
El avión despegó, y poco a poco, la selva comenzó a verse pequeña desde lo alto. Y justo antes de aterrizar, el piloto les dijo:
"Recuerden chicos, nunca dejen de soñar y siempre ayuden a los demás. ¡Las aventuras son más divertidas cuando se comparten!"
Cuando regresaron al suelo, prometieron seguir explorando juntos y vivir más aventuras. Gracias a su valentía y curiosidad, encontraron un nuevo amigo, aprendieron sobre la selva y la importancia de ayudarse mutuamente. Desde ese día, cada vez que miraban al cielo, recordaban que los sueños podían llevarlos a lugares mágicos, siempre que tuvieran el valor de seguir la aventura.
FIN.