El Misterio del Bosque de Formosa



En la tranquila ciudad de Formosa, vivía una niña llamada Julietita que tenía un amigo muy especial: un búho llamado Simón. Simón no era un búho común y corriente; tenía plumas de un hermoso color marrón y unos ojos grandes y sabios que parecían ver todo lo que sucedía a su alrededor.

Un día, mientras volaban por el parque de la ciudad, Simón le dijo a Julietita:

"¿Viste cómo brillan las estrellas esta noche?"

"¡Sí, Simón! Son hermosas. Pero hay algo extraño en el aire..."

Julietita podía sentir que algo inusual estaba sucediendo. Esa noche, decidió investigar. Juntos, se adentraron en el bosque cercano, donde los árboles susurraban secretos y la luna iluminaba su camino. De repente, escucharon un grito apagado.

"¿Qué fue eso?" preguntó Julietita, asustada.

"Vamos a averiguarlo. ¡No le temas a lo desconocido!" animó Simón.

Al acercarse, encontraron a un pequeño zorrito atrapado en un arbusto.

"Ayuda, por favor, no puedo salir" suplicó el zorrito.

"No te preocupes, amigo. Vamos a liberarte" dijo Julieta con valentía.

Simón utilizó su pico afilado para ayudar a despejar las ramas. Una vez libre, el zorrito agradeció a Julietita y Simón.

"Gracias, no sé qué haría sin ustedes. Mi nombre es Leo" dijo el zorrito.

De repente, Leo mencionó algo que dejó a Julieta intrigada.

"He oído hablar de un misterioso árbol dorado que concede deseos, pero solo aparece en la noche de luna llena. ¿Podrían ayudarme a encontrarlo?"

dijo Leo con ojos brillantes.

Julietita, emocionada ante la idea de una nueva aventura, respondió:

"¡Por supuesto! Juntos iremos a encontrarlo."

Así, los tres amigos se aventuraron en el bosque en busca del árbol dorado. Durante su camino, se toparon con varios retos. Un arroyo parecía infranqueable.

"No puedo saltar así, soy muy pequeño y no sé nadar" dijo Leo preocupado.

"No te preocupes, tengo una idea. Usa mi ala para cruzar, yo te llevaré en vuelo" sugirió Simón.

Con valentía, Simón alzó al zorrito en su lomo y juntos cruzaron el arroyo. Siguiendo el camino, escucharon el canto de un grupo de aves.

"¿Y si ellas conocen la ubicación del árbol dorado?" propuso Julietita.

"¡Buen pensamiento! Vamos a preguntarles" dijo Simón.

Las aves les dijeron:

"Para llegar al árbol dorado deben subir la colina más alta y seguir el sonido del viento en la noche. Pero tengan cuidado con la sombra, ella es traviesa y puede hacer que se pierdan."

Agradecidos, los tres amigos siguieron las indicaciones de las aves. Al llegar a la colina, comenzaron a escuchar el suave susurro del viento y, muy pronto, se encontraron ante el árbol dorado, iluminado por la luna llena.

"¡Lo encontramos!" gritaron al unísono, llenos de alegría.

Julietita se acercó al árbol y, siguiendo la leyenda, pidió un deseo:

"Deseo que siempre sean amigos y que podamos proteger juntos nuestra naturaleza".

De repente, el árbol comenzó a brillar intensamente, y una suave brisa llenó el aire.

"Tu deseo ha sido escuchado" resonó una voz mágica.

"Recuerden, la verdadera magia está en la amistad y en cuidar de su hogar juntos".

Simón y Leo entendieron que su amistad y su deseo de proteger la naturaleza era el mayor regalo de todos. Regresaron a casa, sabiendo que cada aventura les acercaba más y que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío.

Al llegar a su casa, Julietita dijo:

"Hoy he aprendido que, con amigos a tu lado, no hay nada imposible. Y que debemos cuidar siempre de nuestra tierra".

"¡Exacto!" agregó Simón.

Desde ese día, ellos no solo cuidaron el bosque, sino que educaron a otros sobre la importancia de proteger su entorno. Formaron un pequeño grupo de amigos que se dedicaron a recolectar basura del bosque, plantar árboles y siempre recordar la magia que se puede encontrar cuando se cuida lo que amamos.

Y así, Julietita, Simón y Leo vivieron felices, llenos de aventuras y siempre recordando que la amistad y el amor por la naturaleza son la verdadera magia que vive en el corazón de todos.

FIN.

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