El Misterio del Bosque de Números
Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Sofía, que soñaba con aventuras. Sofía era huérfana, pero tenía un amigo muy especial llamado Tomás, un niño del barrio que la comprendía a la perfección y siempre estaba a su lado. Cada tarde, después de terminar sus tareas, los dos amigos se escapaban al bosque que estaba al borde del pueblo, un lugar lleno de magia y misterio.
Un día, mientras exploraban el bosque, encontraron un viejo mapa en el suelo. Estaba dibujado a mano y tenía un mensaje enigmático que decía: “Encuentra el número que multiplicado por sí mismo tres veces y elevado al cuadrado, sea igual a doce.”
- ¿Qué querrá decir esto? - preguntó Sofía, mirando a su amigo con curiosidad.
- No lo sé, pero suena a un acertijo - respondió Tomás sonriente.
- Vamos a resolverlo, ¡me encantaría descubrirlo!
Los dos se sentaron en una roca grande y comenzaron a pensar.
- Supongo que si elevamos un número, deberíamos pensar en el resultado - sugirió Tomás, mientras miraba el cielo azul.
- Claro, pero... ¿cuál es ese número? - dijo Sofía, pensando en voz alta.
Después de unos minutos de pensar, Tomás tuvo una idea.
- Sabes, si lo desglosamos, eso suena como un número que se multiplica por sí mismo y por otros dos. ¡Eso podría ser el mismo número tres veces! - añadió emocionado.
- Eso significa que estamos buscando un número que se llama así: —"cubo" - dijo Sofía, recordando algo que había aprendido en la escuela.
Juntos, comenzaron a probar diferentes números. De manera divertida y con risas, hicieron cálculos con dedos en la tierra.
- Uno multiplicado por uno son uno, no funciona. Dos por dos por dos nos da ocho, tampoco. ¡Vamos a probar con tres! - dijo Tomás.
- Vamos a calcularlo - dijo Sofía, y juntos lo hicieron:
- Tres por tres por tres es igual a veintisiete, ¡no puede ser! - se rascó la cabeza Sofía.
Estaban un poco frustrados, pero Sofía se acordó de algo que no habían probado.
- Espera, hay otro número que podríamos ver… el uno.
- El uno. ¡Claro!
Ambos se pusieron a sumar de a un número por un tiempo hasta que, al menos, se sintieron satisfechos con su investigación. Sofía hizo una mueca,
- Y, al elevar uno al cuadrado se mantiene uno. Entonces, multiplicándolo por tres:
- ¡Uno x uno x uno al cuadrado es igual a uno! - dijeron al unísono, con entusiasmo.
De pronto, una corriente de aire fresco se sintió en el bosque, y las ramas de los árboles comenzaron a moverse.
- ¡Mirá! - señaló Tomás mientras un haz de luz iluminaba un claro del bosque donde había un hermoso árbol con frutas de colores brillantes.
- ¡Vamos! - fue Sofía, corriendo hacia el árbol.
Cuando llegaron, se dieron cuenta de que las frutas tenían formas de números.
- ¡Un número en la fruta! ¡Mirá Sofía! , un uno.
- Este lugar es mágico, Tomás.
Ellos recogieron algunas frutas y disfrutaron de su sabor mientras se sentaban debajo del árbol.
- Sabes, Tomás, creo que este bosque no solo está lleno de números, también está lleno de oportunidades. - reflexionó Sofía.
- Sí, y si resolvemos más acertijos como este, podemos descubrir más maravillas. – dijo Tomás emocionado.
Mientras compartían sus dulces, una mariposa pasó volando y se posó en el hombro de Sofía.
- ¡Mirá, Tomás! ¡Es como si nos estuviera guiando! – exclamó.
- Siguiéndola podríamos encontrar nuevos misterios. ¡Vamos!
Siguieron a la mariposa por el bosque, con cada paso sintiendo más alegría y curiosidad. Así, Sofía y Tomás se dieron cuenta de que, aunque vivían una vida desafiante, juntos podían descubrir el mundo y llenar su hogar de aventura y felicidad.
Y en su corazón, llevaban el mensaje del bosque: aprender y jugar son las mejores maneras de encontrarse a uno mismo y hacer de cada día una nueva historia.
FIN.