El Misterio del Bosque de Reque
En un pequeño pueblo llamado Reque, rodeado de montañas y ríos, había un bosque que todos temían. Se contaban historias de sombras que se movían entre los árboles y ruidos extraños que provenían del interior del bosque. Los niños, al oír las leyendas, evitaban acercarse. Pero un día, un grupo de amigos, compuesto por Ana, Tomás y Lucas, decidió que era hora de descubrir la verdad.
"No podemos dejar que las historias nos asusten", dijo Ana valientemente.
"Sí, ¡no hay nada que temer!", agregó Tomás con entusiasmo.
"¿Y si nos encontramos con algo verdaderamente aterrador?", preguntó Lucas, un poco nervioso.
"Si sucede, enfrentaremos el miedo juntos", contestó Ana, segura de su decisión.
Los tres amigos se armaron de valor y, con una linterna, se adentraron en el bosque. Al principio, todo era silencio, salvo por el canto de algunos pájaros y el crujir de las hojas bajo sus pies. Sin embargo, a medida que avanzaban, comenzaron a escuchar un leve murmullo.
"¿Escuchan eso?", susurró Lucas, mirando a sus amigos.
"Sí, parece que viene de esa dirección", respondió Ana señalando hacia un grupo de árboles.
Con cautela, se acercaron y descubrieron a un pequeño animal escondido detrás de un arbusto. Era un conejito, asustado y temblando.
"¡Pobrecito!", exclamó Tomás.
"Parece que está perdido", dijo Ana mientras se agachaba para observarlo mejor.
El conejito miró a los niños con grandes ojos, lleno de miedo, y de repente, éste habló:
"¡Ayúdenme, por favor! Me separé de mi familia y no sé cómo volver a casa. En este bosque todos me dicen que no me acerque a la cueva de la colina, porque allí vive un monstruo aterrador. Pero yo quiero encontrar a mi mamá".
Los niños se miraron sorprendidos pero decididos.
"No te preocupes, te ayudaremos a encontrar a tu mamá", aseguró Ana.
"¿Dónde está la cueva?", preguntó Lucas con curiosidad.
"En la colina, pero no sé qué nos encontraremos allí", respondió el conejito, un poco más tranquilo.
Entonces, juntos emprendieron el camino hacia la colina. A medida que se acercaban, el murmullo se hacía más fuerte. Al llegar a la entrada de la cueva, vieron sombras danzando en la pared.
"Tal vez el monstruo sea en realidad un gran ser solitario", reflexionó Tomás.
"O quizás alguien que necesita ayuda", dijo Ana.
Courageous pero temerosos, entraron a la cueva. Lo que encontraron fue sorprendente: en el centro, había un enorme oso que parecía triste.
"¿Eres el monstruo del que hablan?" preguntó Lucas.
"¡No soy un monstruo! ¡Soy un oso que se siente solo!" respondió el oso con voz amable.
"Las criaturas del bosque me evitan porque piensan que soy aterrador, pero solo quiero compañía."
"¿Por qué no le cuentas a todos los animales que no eres malo?", sugirió Ana.
"No sé cómo", dijo el oso con un suspiro.
Los niños se miraron entre ellos con una idea brillante.
"¡Podemos ayudarte! Podemos organizar una fiesta en tu honor!", propuso Tomás.
Y así fue como, con la ayuda del conejito y el oso, los niños organizaron una gran fiesta en el bosque. Invitaron a todos los animales: ciervos, pájaros, ardillas, y hasta a los que antes evitaban al oso.
Esa noche, bajo las estrellas, se escuchaban risas y música, mientras el oso compartía historias de su vida y los animales se divertían juntos. Desde ese día, el oso no fue más considerado como un monstruo, sino como un amigo cariñoso y protector del bosque.
"Gracias por ayudarnos a ver más allá de las apariencias", dijo el conejito, con una gran sonrisa.
"Sí, nos enseñaron que lo que parece aterrador puede ser solo un amigo esperando a ser conocido", agregó Ana mirando a sus amigos.
Desde entonces, los niños nunca volvieron a tener miedo del Bosque de Reque, y siempre recordaron la lección de mirar con el corazón. Al final del día, lo aterrador a menudo resulta ser solo una forma diferente de amor esperando a ser descubierto.
FIN.