El Misterio del Bosque Encantado
Una tarde soleada, Lucas, un niño curioso y valiente, decidió explorar el bosque que estaba justo detrás de su casa. Aunque su mamá siempre le decía que tuviera cuidado, la emoción de descubrir algo nuevo lo llevaba a aventurarse más lejos de lo permitido.
Mientras caminaba entre los árboles altos y los helechos verdes, Lucas escuchó un sonido extraño detrás de él. Se detuvo en seco y, con el corazón latiendo fuerte, miró hacia atrás. No había nada, solo el silencio del bosque.
"Quizás solo fue un pájaro", pensó Lucas, y siguió caminando. Pero el sonido volvió a repetirse, un leve susurro como si alguien lo estuviera llamando. Esta vez se dio la vuelta y vio una sombra entre los árboles.
"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?", preguntó con un tono un poco temeroso.
No obtuvo respuesta, pero la sombra parecía moverse. Lucas dudó, pero una parte de él sentía esa chispa de aventura. Decidió seguir la sombra, siempre manteniéndose a una distancia prudente.
"Eh, espera, no tengas miedo", dijo entonces una vocecita extraña. Era un pequeño duende llamado Fito, con cabello verde y ojos brillantes. "No quiero hacerte daño, solo quería jugar. Te he estado siguiendo porque te vi entrar al bosque y me parecés muy divertido".
"¿Un duende?", exclamó Lucas, sorprendido. "No quería que me siguieras, pensé que había peligro".
"Oh, no, no hay peligro aquí. Solo un poco de magia y diversión", explicó Fito, sonriendo. "Pero, si te interesa, podría mostrarte los secretos del bosque".
Intrigado y un poco aliviado, Lucas aceptó. Juntos, comenzaron a explorar los lugares mágicos que escondía el bosque. Fito le mostró árboles que hablaban, flores que cambiaban de color al ser tocadas y un arroyo que cantaba melodías suaves al pasar.
Entre risas y juegos, Lucas se olvidó por completo del tiempo y del camino de regreso. Sin embargo, al caer la tarde, el cielo se oscureció y Lucas se dio cuenta de que había perdido la noción del tiempo.
"Fito, creo que debo volver a casa. Me pueden estar buscando", dijo con un tono preocupado.
Fito, viendo la preocupación en su rostro, respondió: "No te preocupes, tengo un truquito para que puedas volver rápido. Solo tenés que seguirme".
Así que, juntos, comenzaron a caminar, pero no era tan fácil encontrar el camino. Lucas miraba a su alrededor y todo se veía diferente. De repente, una sombra pasó volando cerca de ellos.
"¿Qué fue eso?", preguntó Lucas, asustado.
"No te asustes, eso es solo el guardián del bosque. Es un búho muy sabio que nos puede ayudar", explicó Fito. "Búho, ven aquí, necesitamos tu ayuda".
El búho aterrizó elegantemente frente a ellos y, con voz profunda, les dijo:
"¿Qué sucede, pequeños?".
Lucas le explicó su situación y el búho sonrió con benevolencia. "No te preocupes, solo seguí mi luz y encontrarás el camino a casa".
Con la luz brillante del búho guiándolos, Lucas y Fito comenzaron a caminar. A cada paso, Lucas se dio cuenta de que la magia del bosque no solo era divertida, sino que también podía ser un poco confusa. Aprendió que a veces es necesario pedir ayuda y seguir a alguien que sabe el camino.
Finalmente, llegaron a la salida del bosque justo cuando la luna comenzaba a brillar en el cielo. Lucas se despidió de Fito con un abrazo.
"Gracias, amigo. Aprendí que no tengo que tener miedo de pedir ayuda y que las aventuras son más divertidas acompañadas".
"¡Volvé pronto! Siempre habrá más magia esperándote!", dijo Fito mientras se escondía entre los árboles.
Lucas regresó a casa, y aunque su mamá estaba preocupada, se sintió completo. Esa noche, se durmió con una gran sonrisa en el rostro, sabiendo que en su corazón llevaba una nueva aventura y la promesa de muchos más secretos mágicos por descubrir.
FIN.