El Misterio del Bosque Encantado
Había una vez, en un rincón mágico de Argentina, un bosque lleno de colores vibrantes y criaturas fantásticas. Allí vivían dos amigos inseparables: Simón, un chico curioso y valiente, y Violeta, una niña soñadora con una imaginación desbordante. Un día, mientras exploraban el bosque, escucharon un susurro suave que provenía de entre los árboles.
"¿Escuchaste eso, Violeta?" - preguntó Simón con ojos brillantes.
"Sí, parece que alguien nos llama" - respondió Violeta, intrigada.
Los dos amigos decidieron seguir el sonido y, de repente, se encontraron ante un pequeño duende de cabello verde y ojos chispeantes. Su nombre era Lumínico, y siempre estaba en busca de nuevos amigos.
"Hola, pequeños aventureros. Soy Lumínico, el duende del bosque. ¿Quieren aprender algo especial hoy?" - dijo el duende con una sonrisa.
"¡Sí! ¡Queremos aprender!" - exclamó Simón emocionado.
"Muy bien, pero primero deben superar un desafío" - explicó Lumínico.
El duende les llevó a un claro del bosque donde había un enorme árbol milenario.
"Este es el Árbol de las Sabidurías. Para descubrir sus secretos, deben responder a tres acertijos. ¿Están listos?"
"¡Listos!" - respondieron ambos al unísono.
El primer acertijo fue:
"Blanco por dentro, verde por fuera. Si quieres que te lo diga, espera. ¿Qué es?"
Simón y Violeta se miraron confundidos. Después de unos momentos de reflexión, Violeta sonrió de repente:
"¡Es la sandía!"
"¡Correcto!" - dijo Lumínico, aplaudiendo.
El segundo acertijo decía:
"Cuanto más le quitas, más grande se vuelve. ¿Qué es?"
"Mmm... eso es complicado..." - murmuró Simón. Pero de pronto, Violeta tuvo otra idea.
"¡Es un agujero!"
"¡Bravo, pequeña! ¡Ya tenemos dos respuestas!" - exclamó el duende felizmente.
Finalmente, llegó el tercer acertijo:
"¿Qué tiene manos pero no puede aplaudir?"
Simón frunció el ceño. Pensó en una lámpara, en la luna, pero nada le parecía correcto. Por otro lado, Violeta recordó algo de su casa.
"¡Es un reloj!" - gritó.
"¡Exacto!" - dijo Lumínico.
De repente, el árbol comenzó a brillar y con un suave sonido, se abrieron hornitos en su tronco que revelaron pequeños libros llenos de conocimientos.
"Han demostrado su ingenio y su amistad. Ahora, cada uno puede elegir un libro para aprender algo nuevo" - explicó el duende.
Simón eligió un libro sobre astronomía, mientras que Violeta escogió uno sobre animales del bosque.
"Además, les enseñaré algo muy importante sobre el respeto a la naturaleza. ¿Saben por qué los árboles son tan especiales?" - preguntó Lumínico.
"Por el oxígeno que producen!" - dijo Simón.
"Sí, pero también porque son el hogar de muchas criaturas" - añadió Violeta.
El duende sonrió.
"Exacto. Vamos a hacer una pequeña actividad. Este bosque necesita ser cuidado, y con su ayuda, aprenderemos a protegerlo."
Y así, el duende, Simón y Violeta pasaron el resto del día plantando árboles, recogiendo basura y cuidando a los animales heridos del bosque.
"Cada pequeño gesto cuenta, y juntos podemos hacer una gran diferencia" - decía Lumínico mientras cuidaban de un pájaro que había caído de su nido.
Finalmente, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Lumínico se despidió de Simón y Violeta.
"Nunca olviden lo que aprendieron hoy. Recuerden siempre cuidar de la naturaleza y compartir sus habilidades con los demás. ¡Hasta pronto, amigos!"
Simón y Violeta, con el corazón lleno de alegría y sabiduría, regresaron a casa, prometiendo que serían los mejores guardianes del bosque. Habían aprendido no solo nuevas cosas, sino también el valor de la amistad y la responsabilidad. Y así, en el rincón mágico de aquel bosque, ellos sabían que siempre tendrían un amigo en Lumínico, el duende que cambió su vida para siempre.
FIN.