El Misterio del Bosque Luminoso



Era una noche clara y estrellada, y un grupo de cuatro niños, Lucas, Sofía, Mateo y Valentina, decidieron hacer una caminata por el bosque que quedaba al lado de su casa. El aire fresco se colaba entre los árboles y el sonido de los grillos llenaba el ambiente. Lucas, que era el más aventurero del grupo, dijo emocionado:

"¡Vamos a buscar el claro que se ilumina en las noches de luna llena!"

"Pero, ¿qué hay ahí?" preguntó Sofía, algo preocupada.

"Cuentan que hay un estanque mágico que brilla. Y si encontramos ese lugar, podremos tomar un jugo de frutas especiales que crecen allí. ¡Además nos traerá suerte!" respondió Mateo, convenciendo a todos con su entusiasmo.

"¡Me encanta la idea!" exclamó Valentina.

Con sus linternas a la mano y una mochila con frutas y jugos naturales, se adentraron en el bosque. Mientras caminaban, comenzaron a contar historias de magia y criaturas del bosque. De repente, se escuchó un ruido entre los arbustos.

"¿Qué fue eso?" preguntó Sofía, mirando hacia los arbustos con ojos grandes.

"No se asusten, debe ser un animal" dijo Lucas tratando de sonar valiente.

Pero justo en ese momento, un pequeño zorro salió corriendo y se detuvo a mirarlos.

"¡Miren!" gritó Sofía.

"¡Es un zorro!"

"Parece que quiere mostrarnos algo" dijo Mateo, intentando seguir al animal.

El zorro, en vez de huir, empezó a caminar en una dirección particular. Los niños, llenos de curiosidad, decidieron seguirlo. Después de un rato, el zorro se detuvo frente a un árbol de aspecto antiguo.

"¿Qué tendrá de especial este árbol?" se preguntó Valentina.

"Quizá tiene una entrada secreta" sugirió Lucas.

"¡Vamos a buscarla!" animó Mateo.

Comenzaron a rodear el árbol cuando de repente, una hendidura apareció en su corteza. Emocionados, empujaron un poco y la abertura se amplió, revelando un pequeño túnel.

"¿Entramos?" preguntó Sofía, algo nerviosa.

"¡Sí! Es una aventura. ¡No podemos perdernos esto!" respondió Valentina.

Decididos, se metieron en el túnel y se encontraron en un lugar mágico. El aire estaba lleno de pequeños destellos de luz, como si estuvieran rodeados de luciérnagas.

"¡Esto es increíble!" exclamó Mateo.

"¿Dónde estamos?" preguntó Sofía, maravillada.

"Creo que hemos llegado al claro que buscábamos" dijo Lucas.

Frente a ellos había un estanque que reflejaba la luna llena, vibrando de colores. Y junto al estanque, había un árbol frutal lleno de frutas brillantes.

"¡Miren las frutas!" dijo Sofía, señalando las frutas que iluminaban el paisaje.

"Si probamos una, podemos tomar el jugo mágico" sugirió Mateo.

"Pero, ¿será seguro?" advirtió Valentina.

Justo entonces, el pequeño zorro se acercó y, como si entendiera sus dudas, se sentó.

"Si el zorro está aquí, supongo que es seguro" susurró Lucas.

Entonces, decidieron elegir una de las frutas más brillantes y, con cuidado, la tomaron.

"¡Estamos listos!" dijo Mateo mientras comenzaban a hacer jugo en sus botellas.

"Este jugo es especial, guarda siempre la esencia de la aventura" explicó Lucas.

Cuando probaron el jugo, sintieron una energía nueva correr por sus cuerpos. Con una sonrisa amplia, comprendieron que no solo estaban viviendo una aventura, sino que además se habían hecho amigos del zorro.

"Deberíamos volver siempre a este lugar, es mágico" dijo Sofía.

"Sí, y prometemos proteger este bosque para que más niños puedan vivir lo mismo" afirmó Valentina.

Los cuatro amigos, ahora llenos de energía y nuevas experiencias, regresaron por el túnel con el zorro como su guía. Al llegar de nuevo al bosque, miraron hacia atrás y vieron cómo el claro brillaba intensamente.

"Nos llevamos el mejor recuerdo. ¡Hasta pronto, amigo zorro!" gritaron mientras se alejaban.

Y así, los niños volvieron a casa, no solo con el jugo mágico en sus botellas, sino con una nueva amistad y la promesa de regresar, cuidando siempre su querido bosque. Cada vez que miran las estrellas, recuerdan que la magia está en esas pequeñas aventuras compartidas con amigos, y que cuidar la naturaleza es una forma de vivir esas historias.

FIN.

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