El Misterio del Bosque Susurrante



En un hermoso pueblo rodeado de verdes montañas, vivía un grupo de pequeños amigos: Lía, Tomás y Susi. Eran inseparables y siempre jugaban juntos en el Bosque Susurrante, un lugar mágico donde los árboles parecían hablar entre sí.

Un día, mientras exploraban, escucharon un suave murmullo que venía de un arbusto cercano.

"¿Escucharon eso?" - preguntó Lía, con los ojos bien abiertos.

"Sí, parece que alguien necesita ayuda," - respondió Tomás, curioso.

"Vamos a ver qué es," - dijo Susi, entusiasmada.

Al acercarse, encontraron a una pequeña ardilla, llamada Susi, que estaba llorando.

"¿Qué te pasa?" - preguntó Lía, preocupada.

"He perdido a mis crías, no sé dónde buscarlas y estoy muy asustada," - sollozó la ardilla.

Los tres amigos se miraron y, aunque querían ayudar, no sabían qué hacer. Entonces, Lía recordó algo que su mamá siempre le decía.

"A veces, escuchar a otros puede ser más poderoso que hablar" - dijo Lía. "Tal vez deberíamos escuchar atentamente a la ardilla y preguntar sobre sus crías."

"Tienes razón. Vamos a concentrarnos y escuchar lo que nos cuente," - sugirió Tomás.

Entonces, Susi la ardilla empezó a hablar.

"Tenía tres pequeños: uno era muy travieso, otro era muy tímido y el más pequeño siempre estaba a mi lado. Se fueron a jugar cerca del río y no sé cómo traerlos de vuelta."

Los amigos se sentaron en un círculo alrededor de Susi y la escucharon atentamente. Mientras la ardilla hablaba, notaron que sus ojos se iluminaban al recordar sus travesuras.

"El travieso siempre corre hacia el lago, pero le gusta jugar a esconderse debajo de las hojas. El tímido, en cambio, suele quedarse cerca de mí, pero puede que se haya asustado y se esconda detrás de un árbol grande. Y el más pequeño, ¡ah! siempre está cerca donde hay comida."

Al escuchar con atención, Lía, Tomás y Susi comenzaron a imaginar un plan.

"Tal vez, si vamos al lago, podamos encontrar al más travieso primero," - dijo Tomás.

"Sí, y después buscaremos en el bosque para el tímido. Por último, podemos dejar comida para el más pequeño y así podremos atraerlo," - añadió Lía entusiasmada.

La ardilla sonrió, esbozando un pequeño brillo de esperanza en sus ojos. Entonces los cuatro se pusieron en acción.

Primero, se dirigieron al lago. Allí, entre las hojas y ramas, encontraron al pequeño ardillita travieso tratando de atrapar mariposas.

"¡Hola!" - le dijo Tomás. "Estamos buscando a tu mamá. Ella está preocupada."

"¿Mamá?" - preguntó el travieso, con los ojos muy abiertos "¡Yo la vi cerca del bosque!"

Y así los cuatro siguieron hasta el bosque, donde rápidamente encontraron al tímido notando el murmullo de las hojas. Lía se agachó y en voz suave le dijo:

"No temas, estamos aquí para ayudarte. Tu mama está cerca. Ven con nosotros."

"¿De verdad?" - dijo el tímido, asomando su cabeza "No quería separarme de mamá, pero no sabía cómo volver."

Al final, con Susi la ardilla al frente, llegaron a un claro donde la mamá ardilla estaba esperando con ansias. Al ver a sus pequeños, se lanzó hacia ellos y los abrazó.

"¡Mis chicos! Los estaba buscando por todos lados!" - exclamó con alivio la madre ardilla.

"Gracias por ayudarme a encontrarlos," - dijo Susi, mirando a sus nuevos amigos. "No sé qué hubiera hecho sin ustedes."

"Todo gracias a que te escuchamos, Susi," - respondió Lía con una sonrisa. "Nos enseñaste que escuchar es muy importante."

Desde ese día, los tres amigos no solo jugaron juntos, sino que también aprendieron que escuchar a los demás podía ayudar a construir la amistad y fomentar la confianza. Cada vez que caminaban por el bosque y escuchaban a los árboles susurrar, sabían que era un recordatorio de que, a veces, las palabras hermosas provienen no solo de los pensamientos, sino también de los corazones que escuchan.

Y así, el bosque continuó siendo un lugar mágico, donde cada susurro contaba una historia y cada escucha cobraba un significado.

Fin.

FIN.

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