El misterio del castillo encantado



Había una vez tres amigas llamadas Linitaa, Melina y Lucía que vivían en un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires.

Un día, mientras paseaban por el bosque cercano, se encontraron con un antiguo castillo abandonado y cubierto de hiedra. - ¡Miren ese castillo! -exclamó emocionada Linitaa. - Parece estar abandonado... ¿Qué les parece si entramos a explorarlo? -propuso Melina. - ¡Sí! ¡Puede ser muy divertido! -dijo Lucía con entusiasmo.

Sin pensarlo dos veces, las tres niñas entraron al castillo. A medida que recorrían sus oscuros pasillos y habitaciones polvorientas, comenzaron a sentir una extraña sensación de frío y miedo. - ¿Escucharon eso? -susurró Linitaa, nerviosa. - Deben ser solo nuestras imaginaciones jugándonos una mala pasada.

Sigamos adelante -dijo Melina tratando de tranquilizarlas. De repente, un viento helado sopló a través de las ventanas rotas, haciendo que las velas parpadearan y se apagaran.

En la penumbra, pudieron ver sombras moviéndose por las paredes y escuchar susurros inquietantes. - ¡Esto no me gusta para nada! Creo que deberíamos irnos -sugirió Lucía temblando. - Esperen... ¿Ven eso? -señaló Linitaa hacia una habitación al final del pasillo.

Las tres niñas se acercaron con cautela y abrieron la puerta lentamente. Lo que vieron dentro las dejó sin aliento: figuras translúcidas flotaban en el aire, murmullos llenaban la habitación y luces parpadeantes iluminaban rostros fantasmales. - ¡Son espíritus! ¡Este castillo está embrujado! -gritó Melina asustada.

- Tenemos que salir de aquí cuanto antes. Vámonos ahora mismo -ordenó Linitaa con determinación. Las niñas corrieron hacia la salida del castillo mientras los espíritus parecían seguir sus pasos.

Finalmente lograron salir a salvo y corrieron hasta llegar al pueblo donde contaron lo sucedido a los adultos. Al escuchar la historia de las niñas, los lugareños les explicaron que el castillo había sido el hogar de una familia hace muchos años.

Trágicamente, habían fallecido en un incendio provocado por un rayo durante una tormenta. Desde entonces, se decía que sus espíritus aún vagaban por el lugar en busca de paz.

A pesar del susto vivido en el castillo embrujado, Linitaa, Melina y Lucía aprendieron una valiosa lección sobre respetar a los espíritus del pasado y nunca entrar en lugares abandonados sin permiso. Aquella aventura fortaleció su amistad y les enseñó a valorar cada momento juntas como un tesoro inolvidable.

Y así siguieron explorando nuevos horizontes con valentía y sabiduría en su corazón.

FIN.

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