El Misterio del Castillo Olvidado
Era una noche oscura y estrellada en el pequeño pueblo de Valle Dorado. Un grupo de cinco amigos: Lucía, Benjamín, Mateo, Sofía y Tomás, decidieron aventurarse por la ruta que llevaba al antiguo Castillo Olvidado. Se decía que en esas paredes habitaban secretos de un pasado mágico.
-Mirá, ahí está el castillo -dijo Benjamín, iluminando con su linterna la gran puerta de madera cubierta de hiedra.
-No puedo creer que vayamos a entrar -respondió Lucía, con una mezcla de emoción y miedo en su voz.
Una vez dentro, el crujir del suelo de madera les dio la bienvenida. El ambiente estaba lleno de polvo y telarañas, pero las historias que habían escuchado los impulsaron a seguir adelante. Sin embargo, no estaban solos; una sombra se movía entre las sombras.
-¿Vieron eso? -preguntó Sofía, señalando un rincón oscuro.
-Muchachos, relajen, solo es la imaginación -contestó Mateo, aunque su voz temblaba un poco.
Guiados por la curiosidad, decidieron explorar el sótano del castillo. Cuando llegaron a las escaleras, alguien les advirtió desde atrás:
-¡Muchachos! No se metan ahí.
Se giraron y ante ellos estaba un anciano de larga barba blanca, vestido con ropas de otro tiempo.
-No se asusten, soy el guardián de este lugar -dijo el anciano, sonriendo con ternura. -Mi nombre es Don Simón.
-¿Qué hay en el sótano? -preguntó Tomás, intrigado.
-Allí abajo hay un misterio que no ha sido resuelto desde hace siglos... y quizás, ustedes sean los elegidos para descubrirlo.
El grupo se miró entre sí, entusiasmados.
-¡Queremos ayudar! -exclamó Lucía.
Don Simón los guió por el oscuro pasillo del sótano. Al llegar, descubrieron un antiguo cofre cubierto de polvo.
-Para abrirlo, deben resolver un acertijo -dijo el anciano, señalando el cofre. -Si lo logran, descubrirán lo que guarda.
El grupo se acercó y leyó: “Soy ligero como una pluma, pero miles de hombres no pueden sostenerme. ¿Qué soy? ”.
Mateo frunció el ceño mientras pensaba profundamente.
-¡Es el aliento! -dijo finalmente, con una sonrisa de triunfo.
Don Simón asintió, y el cofre se abrió, revelando un montón de cartas antiguas y un diario.
-Estas son las historias de los antiguos moradores del castillo. Cada una habla de valentía y amistad -dijo el anciano.
-¿Podemos llevarlas con nosotros? -preguntó Sofía, su corazón lleno de emoción.
-Claro que sí, pero solo si prometen contar estas historias, nunca olviden la importancia de ser valientes y ayudar a otros -contestó el anciano.
El grupo asintió, y con gran cuidado guardaron el diario y las cartas. Cuando salían del castillo, el anciano les llamó:
-Recuerden, el verdadero misterio no está solo en los secretos guardados, sino en lo que ustedes eligen hacer con ellos.
Los amigos, agradecidos, prometieron compartir las historias de valentía y amistad con todos en su pueblo. Mientras caminaban de regreso, la luna iluminaba su ruta;
-Tenemos un gran trabajo por delante -sonrió Mateo.
-¡Sí! Pero lo haremos juntos, como siempre -respondió Benjamín.
Y así, lo que había comenzado como una aventura misteriosa, se convirtió en una misión para inspirar a todos en Valle Dorado. Con cada cuento, recordaban que la amistad y el valor son las mayores aventuras que uno puede vivir.
Y así, el grupo se alejó, con el corazón lleno de nuevos sueños, dejando atrás el viejo castillo, pero llevando consigo su legado.
FIN.