El Misterio del Chagra y los Lobos Dorados



En la quietud del páramo de Piñan, donde el viento susurra secretos a los árboles y las estrellas parecen bailar en la oscuridad, había una leyenda que todos los niños del pueblo compartían. Se decía que, en las noches más claras, un espíritu de un chagra, acompañado de una manada de lobos, aparecía para ofrecer tesoros ocultos. Pero había un precio: seguirlo hasta el cerro Cotacachi.

Una tarde, mientras el sol se ocultaba a lo lejos, un grupo de amigos, entre ellos Juani, la atrevida, y Pato, el curioso, decidieron acampar en el páramo. Habían escuchado las historias del chagra y querían ver si eran verdad.

"Imaginate si encontramos el tesoro del chagra", dijo Juani, emocionada.

"Yo sólo espero que no sea un truco de los adultos para asustarnos", respondió Pato, inquieto.

Los amigos, armados de linternas y muchas galletas, se instalaron a la orilla de un lago cristalino. Pasaron la tarde contando historias de aventuras y, luego, cuando la noche ya había caído, decidieron que era hora de explorar.

"Vamos al claro, ahí dicen que se le ve más a menudo", sugirió Juani.

"¿No te da miedo?", preguntó Pato.

"Solo si somos unos gallinas", se rió Juani.

Así que, se adentraron en la oscuridad, llenos de valentía y risas. De repente, un aullido resonó entre las montañas.

"¿Qué fue eso?", dijo Pato, asomando un poco detrás de Juani.

"¡Son lobos!", señaló Juani, mirando hacia la lejanía.

Y allí, entre las sombras, apareció el chagra. Era un hombre de aspecto noble, con una capa que brillaba bajo la luz de la luna, y detrás de él, una manada de lobos que parecían danzar a su alrededor.

"Bienvenidos, valientes!", dijo el chagra, con una voz suave pero potente.

"¿Eres el espíritu de las leyendas?", preguntó Juani, con asombro.

"Así es. He venido a ofrecerles algo especial. ¿Quién de ustedes quiere seguirme hasta el cerro Cotacachi?", propuso el chagra, guiñando un ojo.

"¿Y qué hay para nosotros si te seguimos?", preguntó Pato, intrigado.

"Les mostraré un tesoro, y podrán elegir oro o sabiduría. Pero debéis estar listos para enfrentar los desafíos del camino", advirtió el chagra.

Juani miró a Pato, y él, con un brillo de aventura en los ojos, asintió.

"¡Vamos!", gritaron juntos.

Siguiendo al chagra y a los lobos, como si fueran uno solo, llegaron a un camino entrelas montañas. Pronto se toparon con su primer desafío: un puente colgante que oscilaba al viento.

"Debes cruzarlo sin mirar hacia abajo", instruyó el chagra.

"¡Yo puedo!", exclamó Juani, y, dando un paso firme, cruzó.

Pato la siguió, aunque a cada paso, sus piernas temblaban un poco. Al llegar al otro lado, suspiró de alivio.

"¡Lo logré!", gritó, riendo.

Luego, continuaron su camino hasta llegar a un enorme árbol que parecía hablar con el viento.

"Deben resolver el acertijo del árbol para continuar", dijo el chagra.

"¿Cuál es el acertijo?", preguntó Juani, ansiosa.

"Si tienes una palabra, le haces compañía, si no, te quedas solo. ¿Qué soy?"

Después de un rato pensando, Pato saltó.

"¡La letra 'S'!", exclamó.

El árbol tronó con alegría:

"¡Correcto! Pasen y sigan su viaje!"

Cada desafío que superaron les enseñó algo valioso: el valor de la amistad, la importancia de la confianza en uno mismo, y que el verdadero tesoro no estaba en el oro, sino en lo que aprendieron juntos.

Finalmente, llegaron al cerro Cotacachi, donde el chagra les sonrió y les ofreció su elección.

"¿Quieren el oro que brilla, o la sabiduría que perdura?", les preguntó.

Juani respondió sin dudar:

"Queremos sabiduría!"

"Así es, el verdadero tesoro son las lecciones que aprendimos juntos", añadió Pato.

El chagra sonrió y les dio un último regalo: el conocimiento de que siempre que estuvieran juntos, serían capaces de enfrentar cualquier desafío. Al despertar al día siguiente, encontraron dos pequeñas medallas doradas en sus mochilas, que llevaban grabadas las palabras: "La amistad es el verdadero tesoro".

Desde aquel día, Juani y Pato nunca dejaron de contar su aventura, recordando que el espíritu del chagra del páramo no solo les había ofrecido tesoros, sino que también les había enseñado que la valentía y la amistad siempre son más valiosos que cualquier oro.

FIN.

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