El Misterio del Club de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivían cinco amigos inseparables: Martina, una valiente gatita; Tomás, un sabio búho; Lola, una simpática conejita; Lucas, un curioso mapache; y Simón, un leal perro.
Juntos formaban el "Club de la Amistad" y siempre estaban listos para ayudarse mutuamente. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron un mapa antiguo que indicaba la ubicación de un tesoro escondido. La emoción invadió al grupo y decidieron embarcarse en una aventura para encontrarlo.
Sin embargo, pronto descubrieron que el camino no sería fácil. Al adentrarse en la densa selva, se toparon con diversos desafíos que pusieron a prueba su amistad y valores.
En cierto punto del camino, llegaron a un puente custodiado por el astuto zorro Renato. "¡Hola queridos viajeros! ¿Desean cruzar mi puente? ¡Pero tendrán que pagarme con algo de valor a cambio!" -dijo Renato con malicia en sus ojos. Martina propuso: "Podemos darle algunas monedas que tenemos".
Pero Lucas intervino: "No podemos separarnos de nuestro dinero así nomás". Tomás reflexionó unos instantes y dijo: "Tengo una idea. Renato, te ofrecemos nuestra amistad sincera a cambio de pasar sin problemas".
El zorro dudó por un momento pero finalmente aceptó y les permitió cruzar. Continuando su travesía, se encontraron con tres caminos diferentes. Uno llevaba directo al tesoro, otro era más largo pero seguro, y el último era peligroso y lleno de trampas.
En ese momento surgió la avaricia en el corazón de algunos integrantes del grupo. "Creo que deberíamos tomar el camino corto para llegar antes al tesoro", sugirió Lola emocionada por la riqueza que les esperaba.
Sin embargo, Simón intervino con humildad: "Quizás sea mejor tomar el camino seguro para evitar peligros innecesarios". El resto del grupo estuvo de acuerdo y juntos optaron por la ruta más larga pero segura.
Tras superar varios obstáculos gracias a su trabajo en equipo y honestidad entre ellos mismos, finalmente llegaron al lugar donde estaba enterrado el tesoro. Al abrirlo, descubrieron no solo monedas brillantes sino también joyas antiguas llenas de historia y valor sentimental.
"¡Lo logramos gracias a nuestra amistad inquebrantable!" -exclamó Martina emocionada mientras abrazaba a sus amigos. En ese momento entendieron que la verdadera riqueza no radica en los tesoros materiales acumulados sino en los momentos compartidos junto a quienes más aprecian.
Con sus corazones llenos de gratitud y alegría regresaron a Villa Esperanza para compartir su historia con todos los habitantes del pueblo.
Desde entonces, Martina, Tomás, Lola, Lucas y Simón siguieron siendo inseparables demostrando cada día los valores de la amistad verdadera basada en la honestidad, la humildad, la solidaridad dejando atrás cualquier atisbo de avaricia o egoísmo. Y así vivieron felices para siempre transmitiendo esa enseñanza tan valiosa e inspiradora.
FIN.