El Misterio del Computador Mágico
Era un viernes soleado en Barquisimeto, y en la sala de computación del colegio, Víctor, Nai, Aidalis y Rubén estaban listos para una aventura. Eran amigos inseparables y les encantaba descubrir cosas nuevas.
"Hoy vamos a aprender sobre programación", dijo Víctor, entusiasmado.
"Sí, pero me gustaría que hubiera algo más divertido", respondió Rubén, pensativo.
"¿Y si hacemos un juego?" propuso Nai.
"¡Eso suena genial!" exclamó Aidalis.
El profesor entró en el aula y sonrió al ver a los chicos tan emocionados.
"Hoy, en vez de programación normal, voy a mostrarles un computador muy especial", anunció el profesor.
Los chicos se miraron intrigados.
"¿Qué tiene de especial?" preguntó Rubén.
"Este computador tiene un programa mágico que puede crear mundos de fantasía. Pero hay un truco: deben colaborar y resolver acertijos para desbloquear cada nivel", explicó el profesor.
Los cuatro amigos se miraron con asombro. ¿Estaba hablando en serio?"¡Vamos a probarlo!" dijo Aidalis con una sonrisa.
Primero, el profesor les enseñó a usar el programa. La pantalla brilló y, de repente, se encontraron en un mundo lleno de colores, criaturas místicas y árboles gigantes.
"¡Increíble!" gritó Nai, saltando de la emoción.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el primer desafío era un acertijo.
"Para seguir adelante, deben resolver este enigma: 'Soy más liviano que una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por más de cinco minutos. ¿Qué soy?'" leyó el profesor.
Los amigos se quedaron en silencio.
"Hmm, no tengo idea", dijo Rubén.
"¿Puede ser el aliento?" sugirió Víctor, recordando las lecciones del colegio sobre el cuerpo humano.
"¡Sí!" exclamó Aidalis.
El profesor sonrió.
"Correcto. Ahora, pueden continuar!"
Con cada acertijo que resolvían, pasaban a nuevos mundos llenos de retos.
Pasaron por un bosque espeso donde los árboles hablaban y les pedían ayuda para encontrar sus hojas perdidas y tuvieron que trabajar juntos para resolver un rompecabezas; recolectando hojas de colores y armando una figura.
"Esto es más divertido de lo que pensaba", dijo Nai mientras recogían hojas.
Avanzando por el mundo mágico, llegaron a una montaña. Allí encontraron la siguiente prueba. Un dragón les dijo que no podían continuar hasta que le respondieran esta pregunta:
"Qué es lo que tiene oro en su interior, pero no es oro lo que brilla?"
"¡El plátano!" gritó Rubén, recordando la clase de ciencias.
"¡Sí!", gritaron todos en coro.
El dragón les permitió pasar y, después de muchas aventuras, finalmente llegaron a un lago mágico. En sus aguas brillaban monedas de colores.
"Este lago es especial: si lanzas una moneda, se te concederá un deseo" les dijo un pez dorado.
Por un segundo, todos pensaron qué pedir.
"Yo deseo que nuestra amistad sea siempre así de divertida", dijo Víctor.
"¡Qué bonito!", dijo Nai, mientras todos asentían, "Yo deseo también eso".
Y así lo hicieron, cada uno echó su moneda al lago y, de repente, se dio cuenta de que, además de los deseos, habían aprendido mucho sobre la importancia de la colaboración y la amistad.
Al regresar al aula, el profesor los aplaudió.
"Estoy muy orgulloso de ustedes. No solo solucionaron todos los acertijos, también demostraron que el trabajo en equipo es fundamental".
Los chicos sonrieron, sabiendo que vivieron una experiencia mágica, que no solo les ofreció diversión, sino también una valiosa lección. Salieron del aula, listos para enfrentar cualquier reto juntos, porque ahora sabían que juntos eran invencibles.
FIN.