El Misterio del Corredor Sombrío



En un pequeño pueblo llamado San Apolonia, la iglesia era tan pesada y antigua que parecía contar historias de hace siglos. Detrás de ella, un convento escondía secretos entre sus altos muros y su tupida arboleda. A pesar de su aspecto sombrío, algunos niños del pueblo sentían una curiosidad especial por explorar el misterioso lugar.

Un día, un grupo de amigos decidió aventurarse a descubrir qué había detrás del gran tapial del convento. Estaban Sofía, la más valiente del grupo; Lucas, el que siempre tenía una idea ingeniosa; y Paloma, la soñadora que creía en la magia.

"¡Vamos! Hoy es el día perfecto para nuestra aventura!", exclamó Sofía con entusiasmo.

"Pero, ¿y si nos atrapan?", preguntó Paloma, mirando nerviosamente alrededor.

"No hay de qué preocuparse. Solo vamos a investigar un poco...", respondió Lucas, con una sonrisa traviesa.

Los tres amigos se acercaron al tapial cubierto de hiedra y lograron encontrar un pequeño hueco por donde podían escabullirse. Una vez dentro, se encontraron en un hermoso jardín lleno de flores de colores, pero también con sombras profundas que provenían de los enormes árboles.

"¡Miren!", dijo Sofía, señalando un corredor de ladrillos colorados que aparecía al final del jardín.

Decididos a explorar, caminaron hacia él. Al llegar, sintieron un escalofrío, no porque tuvieran miedo, sino por la sensación de que alguien los observaba. Sin embargo, al mirar alrededor, no encontraron a nadie.

"Esto parece sacado de un cuento", murmuró Paloma, entusiasmada.

De repente, escucharon un ruido entre las hojas.

"¿Qué fue eso?", se preguntó Lucas, inquieto.

"Puede ser un gato... o un murciélago", sugirió Sofía, mientras avanzaban hacia el sonido.

Cuando se acercaron, de entre las ramas apareció un pequeño pájaro, con plumas brillantes y ojos curiosos. Era un colibrí que parecía estar atrapado en un arbusto espinoso.

"¡Pobrecito!", exclamó Paloma.

"Tenemos que ayudarlo", decidió Sofía.

Con mucho cuidado, los niños se acercaron al pájaro. Sofía usó un palo para apartar las espinas mientras Lucas y Paloma sostenían al colibrí con ambas manos. Con esfuerzo y cuidado, lograron liberarlo.

El pájaro, agradecido, voló alrededor de ellos haciendo círculos, como si quisiera agradecerles por su valentía.

"¡Lo logramos!", gritó Lucas, emocionado.

De repente, una figura apareció al final del corredor. Era una anciana de mirada amable, que les sonreía.

"Nunca había visto a nadie tan valiente como ustedes", dijo la anciana.

Los niños se miraron sorprendidos.

"¿Quién es usted?", preguntó Paloma.

"Soy la guardiana de este lugar. Y veo que han hecho mucho por el pequeño colibrí. Gracias a su valor, podrán descubrir un secreto. ¿Quieren saberlo?", ofreció la anciana.

Los niños asintieron con la cabeza, llenos de curiosidad.

"Detrás de cada sombra hay magia, pero también responsabilidad. Este corredor conecta el jardín con todos aquellos que han sido valientes y han hecho buenas acciones. Aquí, podrán explorar otros mundos siempre que mantengan el valor en su corazón", explicó la anciana.

"¿Significa que podemos volver y explorar más?", preguntó Lucas, ansioso.

"Así es. Siempre y cuando mantengan el espíritu de amistad y ayuda hacia los demás", concluyó la anciana antes de desvanecerse en un destello de luz.

Los niños regresaron a su pueblo, con una nueva misión. Habían descubierto no solo un lugar mágico, sino que también habían aprendido el verdadero valor de la valentía y la amistad. Desde ese día, el corredor sombrío se convirtió en su lugar secreto de aventuras, donde cada acción valiente los llevaría a nuevas historias.

FIN.

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