El misterio del cuaderno perdido
Una mañana soleada en la escuela primaria "Los Pequeños Exploradores", tres amigos se encontraron en el patio. Sofía, una niña curiosa y aventurera, siempre estaba dispuesta a ayudar. Su amigo Lucas, un chico divertido y optimista, siempre tenía una broma lista para hacer reír. Por último, estaba Juan, un joven un poco tímido, pero muy inteligente y observador. Él nunca se apartaba de sus amigos, aunque a veces se sentía inseguro.
- Hoy, me siento genial - exclamó Lucas, mientras jugaba con una pelota.
- ¡A mí también me encanta este día! - respondió Sofía, salteando de alegría.
- Aún así, tengo que hacer mi tarea de matemáticas - murmuró Juan, mirando con preocupación su cuaderno.
De repente, Juan se dio cuenta de que su cuaderno había desaparecido. Comenzó a buscarlo desesperadamente.
- ¡No puede ser! ¿Dónde está mi cuaderno? - gritó Juan, con los ojos muy abiertos.
- No te preocupes, Juan. ¡Nosotros te ayudaremos a encontrarlo! - propuso Sofía.
- Sí, no es el fin del mundo. Vamos a buscarlo juntos - añadió Lucas, animando a su amigo.
Los tres amigos se dirigieron a diferentes partes del patio. Sofía revisó el arbusto cercano al columpio, mientras que Lucas miraba debajo de los bancos.
- ¡Nada por aquí! - dijo Sofía, decepcionada.
- Ni un rastro aquí - comentó Lucas, mientras se sacudía el polvo de sus manos.
Juan sintió que su corazón latía más rápido. Tenía miedo de que su cuaderno, lleno de tareas y dibujos, se hubiera perdido para siempre.
- Deberíamos preguntar a la profesora María - sugirió Sofía, con una chispa de esperanza. - Tal vez sepan algo.
Los amigos decidieron que era una buena idea y se dirigieron al aula. Al entrar, la profesora María los miró con curiosidad.
- ¿Qué ocurre, chicos? Parecen preocupados - preguntó ella, notando la expresión de Juan.
- Mi cuaderno... desapareció - respondió Juan, con tristeza en su voz.
- No sé dónde puede estar - añadió Lucas, moviendo la cabeza con desánimo.
- No se preocupen, voy a ayudarles - dijo la profesora, poniéndose la mano en la barbilla.
Mientras tanto, Sofía observó algo extraño en la esquina del aula. Un destello plateado llamó su atención. Se acercó y descubrió un pequeño objeto brillante - era un clip.
- ¡Miren esto! - exclamó Sofía. - ¿No se parecen a los que usó Juan para unir sus hojas?
Juan, al ver el clip, recordó que lo había dejado en su mesita de trabajo. - ¡Sí! Eso podría significar que mi cuaderno está cerca de allí. - añadió, recobrando algo de energía.
Los niños corrieron rápidamente hacia el aula de trabajos manuales. Allí, encontraron el cuaderno tirado en el suelo, junto a algunos restos de papel.
- ¡Lo encontré! - gritó Juan, levantando su cuaderno como si fuera un trofeo.
- ¡Qué alivio! - dijo Lucas, sonriente. - Creí que ibas a necesitar un nuevo cuaderno.
- Sí, pero este es especial para mí - respondió Juan, con una gran sonrisa mis amigos.
- ¡Nos alegra que estés feliz! - exclamó Sofía, llenándose de suerte.
- ¡Vamos a festejarlo! - sugirió Lucas, y todos se dirigieron al patio nuevamente, listos para disfrutar del día.
Esa tarde, mientras disfrutaban de un rico helado, Juan sintió que, aunque a veces se sintiera inseguro, siempre podía contar con la ayuda de sus amigos. Comprendió que su valioso cuaderno no solo era un objeto, sino también símbolo de la amistad y el trabajo en equipo. Sofía, Lucas y Juan volvieron a casa con una gran lección: juntos podían superar cualquier obstáculo y que la amistad es la mayor fortaleza.
Desde ese día, Juan aprendió a no rendirse y a afrontar sus miedos, siempre rodeado de sus increíbles amigos.
FIN.