El Misterio del Cuaderno Perdido
Era un día nublado en el colegio San Martín, y los alumnos de 6° grado estaban ansiosos por la llegada de la profesora de Lengua, la señorita Cruz. Ese día tendrían una actividad especial: un examen sorpresa. Pero lo que no sabían era que algo inesperado estaba a punto de suceder.
"Chicos, hoy vamos a hacer un examen sobre responsabilidad en el área de lengua", anunció la señorita Cruz con una sonrisa. Los estudiantes se miraron entre ellos, nerviosos. Justo en ese momento, Jeremías, un chico conocido por su desorganización, se dio cuenta de que no tenía su cuaderno.
"¡No puede ser!", exclamó Jeremías. "¿Alguien ha visto mi cuaderno?".
"No, yo no lo he visto", respondió Valentina, su amiga. "¿No lo dejaste en casa?".
"No, ayer lo usé para anotar la tarea", contestó, preocupado.
La señorita Cruz, con una mirada seria, dijo: "Todo el mundo debe ser responsable con sus cosas. Jeremías, si no puedes encontrar tu cuaderno, no podrás participar en el examen".
Jeremías se quedó en silencio, sintiendo que un nudo se formaba en su estómago. Justo cuando iba a rendirse, escuchó un susurro detrás de él. Era Lautaro, un compañero de clase que siempre había sido un poco extraño.
"Yo sé dónde está tu cuaderno, pero tienes que ayudarme primero", dijo Lautaro con una sonrisa enigmática.
"¿Ayudarte en qué?", preguntó Jeremías, intrigado.
"Hay una caja en el aula de profesores que contiene algo importante, pero nadie se atreve a acercarse. Si me ayudas a averiguar qué hay adentro, te diré dónde está tu cuaderno", explicó Lautaro.
Jeremías miró a Valentina y le susurró: "¿Deberíamos hacerlo?".
"No sé, suena un poco raro", respondió ella, aunque su curiosidad la había atrapado.
Después de un momento de indecisión, Jeremías asintió. "Está bien, lo haré". Así que la clase se convirtió en cómplice del plan.
La campana sonó y, mientras los profesores estaban en la sala de maestros, Lautaro y Jeremías se colaron en el aula vacía. Al abrir la puerta, un silencio escalofriante los envolvió.
"Rápido, la caja está ahí", dijo Lautaro, señalando una pequeña caja de madera en un estante oscuro.
Mientras se acercaban, Jeremías sintió que algo no estaba bien. "¿Y si nos atrapan?".
"No seas miedoso, es solo una caja", insistió Lautaro mientras levantaba la caja con manos temblorosas.
Una vez que la caja estuvo abierta, un brillo dorado iluminó la habitación. En su interior había un antiguo libro lleno de misterios y relatos de responsabilidad. Pero, al tocar el libro, una serie de luces comenzaron a parpadear, y de repente, un estruendo se escuchó por todo el aula.
"¡Salió mal!", gritó Jeremías mientras veía como la caja emitía humo.
De repente, entró la señorita Cruz.
"¿Qué están haciendo aquí?". Su mirada aterradora hizo que Lautaro y Jeremías se quedaran paralizados.
"No, esperen", dijo Lautaro rápidamente, tratando de explicarse. "Estábamos buscando el cuaderno de Jeremías...".
"La responsabilidad también se trata de saber cuándo parar", dijo la profesora, su tono más serio que nunca. "Cada herramienta que tenemos, cada libro, cada cuaderno, requiere cuidado. ¿Y qué aprendieron al intentar tomar algo que no les pertenece?".
La mirada reprochadora de la señorita Cruz hizo que Jeremías se sintiera pequeño. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Lautaro habló: "Lo siento, fue mi idea. Pero... ¡no puedo dejar que mis compañeros queden sin su cuaderno!".
La profesora, respirando hondo, dijo:
"La responsabilidad no es solo cuidar tus cosas, sino también a tus amigos. Si cada uno se hiciera responsable de las cosas de los demás, esto no hubiera pasado. Pero no todo está perdido. Jeremías, ¿qué aprenderás de esto?".
Con una voz temblorosa, Jeremías dijo: "Que debo cuidar lo que se me da y ser responsable para no poner a otros en problemas".
La profesora sonrió y dijo: "Eso es lo más importante. Y ahora, vamos a buscar ese cuaderno".
Con la ayuda de Lautaro y el apoyo de Valentina, Jeremías encontró su cuaderno escondido en su mochila. Desde ese día, cada vez que volvía a clase, Jeremías se aseguraba de ser el más responsable. Junto a sus amigos, aprendió que cada acción tiene consecuencias, y que ser responsable no solo se trata de uno mismo, sino de todos los que lo rodean.
FIN.