El Misterio del Espejo
En un pequeño pueblo, donde las leyendas hablaban de un bosque encantado, una joven llamada Valentina heredó la antigua casa de su tía Clara, una mujer tan peculiar como brillante. La casa, llena de libros polvorientos y espejos antiguos, despertaba la curiosidad de Valentina desde el primer momento que puso un pie en ella.
Una noche, mientras la luna brillaba alto, Valentina se acomodó en su nueva habitación. De repente, comenzó a escuchar susurros suaves, como si la casa respirara.
"¿Quién está allí?" - preguntó Valentina, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
No obtuvo respuesta, pero el murmullo se intensificó, guiándola hacia un viejo espejo en la sala. Al acercarse, vio su reflejo, pero también la figura de una niña con ojos grandes y tristes que la miraba intensamente.
"¿Por qué estás tan sola?" - le preguntó Valentina a la niña del espejo, sintiendo que había un lazo que las unía.
"Estoy atrapada aquí, no puedo salir..." - respondió la niña con voz temblorosa.
Valentina recordó las historias que contaban sobre los extraños experimentos de su tía Clara. La tía, aunque amada, siempre había caminado por el borde de lo inusual. ¿Podría la niña estar ligada a esos experimentos?
Sintiéndose valiente, Valentina decidió que debía ayudar a la niña. Se apresuró a buscar en la biblioteca de su tía y encontró un diario lleno de notas sobre sus experimentos.
"Necesito encontrar una manera de liberarte" - murmuró Valentina leyendo las líneas en voz alta. El diario mencionaba un portal secreto en el bosque, cerca de la casa.
Decidida, salió al bosque en busca del portal. La luna iluminaba su camino mientras los árboles susurraban a su alrededor. Al llegar a un claro, encontró un antiguo pedestal con un cristal que brillaba intensamente.
"Este debe ser el portal" - se dijo Valentina con emoción.
Con el cristal en mano, conjuró un hechizo que había leído en el diario:
"Espíritu atrapado, ven a mí, escapa del reflejo y sé libre por fin" - recitó.
De repente, el aire se llenó de luz y la niña apareció frente a ella.
"¡Gracias! ¡Por fin soy libre!" - exclamó con alegría.
Valentina sonrió, sintiendo que había hecho lo correcto. Sin embargo, la niña no se fue del todo.
"Siempre estaré contigo, Valentina. Ahora tu tía Clara puede descansar en paz también."
Con eso, Valentina volvió a casa, sintiendo que, aunque había sido una experiencia aterradora, había obtenido un nuevo amigo y un valioso aprendizaje sobre la valentía y la importancia de ayudar a otros.
Las noches de Valentina en la casa ya no eran solitarias, y el espejo se convirtió en un símbolo de su coraje. Ahora, cada vez que se miraba, sonreía sabiendo que ayudar a los demás podía hacer que el miedo se desvaneciera. La casa de su tía, tan extraña como hermosa, se convirtió en un espacio lleno de recuerdos y aventuras que nunca olvidaría.
FIN.