El misterio del faro encantado



Había una vez en un pequeño pueblo costero, un grupo de valientes niños llamados Sofía, Mateo y Valentina. Un día, los tres amigos decidieron explorar el antiguo faro que se alzaba en el acantilado.

Se decía que el faro estaba encantado y que extrañas luces brillaban en su cúspide durante la noche. A pesar de las advertencias de los adultos, los niños decidieron descubrir el misterio por sí mismos.

"Vamos, no le tengamos miedo a un montón de viejas historias", dijo Mateo con valentía. "Sí, seguro que es solo una leyenda para asustar a los más chicos", agregó Valentina. Decididos, los tres amigos se adentraron en el faro en busca de respuestas.

A medida que ascendían por la escalera en espiral, comenzaron a escuchar extraños susurros que parecían venir de ninguna parte. De repente, una luz parpadeante iluminó el camino, revelando sombras fantasmales danzando en la oscuridad.

Sofía, Mateo y Valentina se miraron con temor, pero se dieron fuerzas mutuamente. Decidieron continuar, convencidos de que el misterio del faro encantado debía tener una explicación lógica. Al llegar a la cúspide, descubrieron el origen de las extrañas luces: eran luciérnagas gigantes que habían encontrado refugio en el faro.

Al comprender la verdad, los niños se sintieron aliviados y, además, emocionados por haber descubierto un fenómeno tan especial. A partir de ese día, el faro ya no fue un lugar de miedo, sino un símbolo de valentía y curiosidad.

Los amigos regresaron al pueblo con una historia increíble para compartir, inspirando a otros niños a no dejarse intimidar por las leyendas y a buscar siempre la verdad.

Desde entonces, el faro encantado se convirtió en un punto de encuentro para aventureros y amantes de la naturaleza, demostrando que no todo lo desconocido es necesariamente aterrador.

FIN.

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