El Misterio del Fútbol Inclusivo
En un barrio tranquilo de Buenos Aires, dos amigos, Lucas y Sofía, se preparaban para jugar al fútbol en el parque de su barrio. Lucas era un niño al que le encantaba hacer goles, mientras que Sofía era una niña que disfrutaba de hacer jugadas en equipo. Un día, mientras planeaban su partido, se les unió un nuevo chico al que no conocían: Tomás.
"Hola, soy Tomás. ¿Puedo jugar con ustedes?". Dijo tímidamente el nuevo niño.
"Claro, entre más seamos, mejor juegan todos", respondió Sofía con una gran sonrisa.
"Pero, soy un poco torpe, quizás les estorbe", añadió Tomás, bajando la mirada.
Lucas y Sofía intercambiaron miradas y Lucas dijo: "No importa, a todos nos pasa. La idea es divertirnos. Además, podemos entrenar juntos para que te sientas más cómodo".
Esa tarde, con el sol brillando en el cielo, comenzaron a jugar. Sofía intentaba pasarle el balón a Tomás, pero él se ponía nervioso y casi no podía controlarlo. Después de un rato, se sentó en una banca, especialmente desanimado.
"No puedo hacerlo, no soy bueno en esto", dijo Tomás, con lágrimas en los ojos.
Sofía se acercó y le dijo: "No te preocupes, todos empezamos en algún lugar. Mi hermana siempre me dice que lo más importante es no rendirse. Cada vez que fallás, aprendés algo nuevo".
Lucas, al escuchar esto, se sumó: "Así es, y además no estás solo en esto. ¡Te tenemos a vos, y eso es lo mejor!".
"¡Pero son tan buenos!", insistió Tomás, sintiéndose aún desanimado.
Sofía le sonrió diciendo: "Tus goles valen tanto como los nuestros. No se trata solo de ganar, se trata de jugar juntos y aprender unos de otros".
Decidieron hacer un pequeño entrenamiento. Al principio, Tomás seguía fallando, pero Lucas y Sofía lo alentaban cada vez. "¡Eso es, Tomás!", decía Lucas, mientras Sofía le mostraba cómo posicionar bien sus pies.
Con el paso de las semanas, el grupo se hizo más fuerte. Todos aprendieron a respetar las habilidades de cada uno. Lucas se dio cuenta de que pudo aprender a pasar el balón de diferentes maneras: "¡Mirá! Con este pase, ¡Sofía puede llegar antes!" decía Lucas animado.
Un día, mientras jugaban en el parque, vieron a un grupo de chicos que estaban haciendo un torneo de fútbol. Al observarlos, Sofía tuvo una idea:
"¿Y si participamos en el torneo?"
"¡Pero no somos un equipo!" dijo Tomás.
"No se trata solo de ganar. Se trata de divertirnos y jugar juntos", afirmó Sofía.
"Sí, somos un buen equipo", agregó Lucas, con un guiño.
Así que decidieron inscribirse, y, al verlo, el director del torneo se acercó a ellos.
"Pero tenemos un requisito, deben tener un nombre de equipo y ser inclusivos", les dijo.
"¡Podemos ser Los Tigrillos Inclusivos!" gritó Sofía entusiasmada. Todos rieron y el nombre fue aceptado.
El día del torneo llegó. Había muchos equipos y la competencia era fuerte. Sofía se encargó de la estrategia, Lucas se enfocó en los goles, y Tomás estaba listo para jugar sin miedo. En el primer partido, al principio no les fue bien, pero decidieron relajarse y disfrutar del juego.
"Recuerden, ¡lo más importante es jugar juntos!", les recordó Sofía.
Después de varios partidos y algunas derrotas, llegaron a la final. Todos estaban emocionados, aunque un poco nerviosos. Al mirar al público, Sofía sintió que podía hablar.
"¡Chicos, hoy no se trata de ganar, se trata de celebrarnos a nosotros mismos y a lo que hemos logrado juntos!".
"¡Sí!" gritaron todos emocionados.
El silbato sonó y comenzó el partido. A pesar de que el otro equipo era muy fuerte, Lucas hizo un fabuloso pase a Tomás, quien logró un buen tiro. El balón estaba en el aire… y entró en el arco.
"¡Gol!", gritaron Lucas y Sofía al unísono, abrazando a Tomás.
Después de un emocionante partido que terminó en empate, el torneo se transformó en una gran celebración donde todos compartieron historias, risas y, lo más importante, amistad.
"Lo logramos, a pesar que no ganamos, ¡ganamos algo más valioso!" exclamó Sofía.
"Sí, hoy aprendimos sobre trabajo en equipo, amistad, y la importancia de ser inclusivos", agregó Tomás, muy emocionado.
Desde ese día en adelante, Lucas, Sofía y Tomás siguieron jugando fútbol, creados por un espíritu de colaboración y respeto. Aprendieron que ser parte de un equipo es más que solo anotar goles. Se trataba de apoyarse mutuamente y celebrar lo que cada uno tenía para ofrecer. Y, a veces, esa victoria era mucho más grande que cualquier trofeo.
Y así, el parque se llenó de los gritos de alegría de Los Tigrillos Inclusivos, quienes demostraron que, al jugar juntos, ¡todos ganan!
FIN.