El Misterio del Gato Negro en el Hospital de Talagante


Había una vez en el hospital de Talagante, un lugar donde la alegría y el cuidado reinaban todos los días. Un niño llamado Mateo caminaba por los jardines del hospital, llevando su mochila llena de juguetes y su sonrisa contagiosa.

De repente, un gato negro saltó del arbusto y le dio un buen susto. -¡Miau! -gritó el gato. Mateo se sorprendió y dio un salto hacia atrás. -¡Ay, gato malo! ¡Me asustaste mucho! -exclamó Mateo.

El gato, sin inmutarse, se paseaba con aire misterioso. Mateo, recordando lo que su abuela le había dicho sobre los gatos negros, decidió seguirlo para ver a dónde lo llevaba.

El gato avanzaba entre los pasillos del hospital con elegancia, y Mateo lo seguía a escondidas. De repente, el gato se detuvo frente a la puerta de una habitación. Mateo se asomó, y vio a una niña triste mirando por la ventana. El gato comenzó a ronronear y frotarse contra la puerta.

-¿Qué haces aquí, gatito? -susurró Mateo. En ese momento, la niña volteó y vio al gato negro. Una sonrisa iluminó su rostro. Mateo entendió que el gato había llevado felicidad a la niña.

Esa tarde, decidió pedir permiso para llevar al gato a visitar a otros niños del hospital. La noticia corrió como reguero de pólvora, y pronto el gato se convirtió en una visita regular, alegrando a pacientes y personal del hospital.

Desde ese día, el misterioso gato negro se convirtió en la mascota oficial del hospital de Talagante, enseñando a todos que a veces los sustos traen consigo grandes alegrías.

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