El misterio del gato que habla
En un pequeño pueblito argentino, había una vieja silla que parecía tener vida propia. Cada noche, cuando todos se iban a dormir, la silla se movía misteriosamente por la casa.
Un día, un gato curioso llamado Tomás decidió investigar el misterio. Una noche, mientras todos dormían, Tomás vio cómo la silla se movía sola. Decidió acercarse sigilosamente y, para su sorpresa, vio que un fantasma estaba sentado en ella.
El fantasma, llamado Amadeo, resultó ser muy amigable e invitó a Tomás a conversar. -Hola, pequeño amigo. ¿Qué haces despierto a esta hora? - dijo Amadeo. Tomás, asombrado, respondió -¿Un fantasma que habla? Esto es increíble.
- Amadeo le contó a Tomás que él solía ser un carpintero y que la silla había sido su primera creación. Pero desde que él falleció, su espíritu se quedó vinculado a la silla. Tomás comprendió que la silla se movía sola porque Amadeo quería seguir trabajando en su taller. Tomás tuvo una idea fabulosa.
Convenció a Amadeo de unirse a un albergue de animales de la zona para ayudar a reparar y crear muebles para los animales necesitados. Amadeo aceptó encantado.
Juntos, el gato y el fantasma trabajaron duro, y el albergue se convirtió en un lugar hermosamente decorado. Todos los animales y voluntarios quedaron maravillados con el talento de Amadeo. La noticia sobre el albergue se difundió, y las personas empezaron a hacer donaciones para apoyar la causa.
Finalmente, Amadeo y Tomás lograron su objetivo: ayudar a los animales y a la vez mantener viva la pasión por la carpintería de Amadeo.
La misteriosa silla ya no se movía por la noche, porque Amadeo había encontrado un nuevo propósito y una forma de compartir su amor por el trabajo en madera. Y así, el albergue se convirtió en un lugar lleno de amor y solidaridad, gracias a la amistad inusual entre un gato y un fantasma.
FIN.