El Misterio del Grito en el Bosque



Era una noche oscura y tranquila en el bosque de los Susurros. El guardabosques, un hombre amable llamado Martín, estaba realizando su ronda nocturna, iluminando el camino con su linterna. De repente, el sonido de un fuerte grito rompió el silencio.

"¿Qué fue eso?" - se preguntó Martín, asustado pero decidido. Se acercó al lugar de donde provenía el grito.

Mientras tanto, dos detectives, Rubén y Wilson, estaban en la entrada del bosque investigando una serie de extraños sucesos que se habían reportado en la zona. Habían oído historias sobre sombras que se movían entre los árboles y ruidos extraños durante la noche.

"Escuchaste eso, Wilson?" - dijo Rubén, con una expresión de seriedad en su rostro.

"Sí, es el momento de averiguar qué está pasando aquí" - respondió Wilson, emocionado por la aventura que les esperaba.

Ambos decidieron adentrarse en el bosque. Mientras caminaban, Rubén comentó:

"Recuerda, debemos ser valientes y mantener la calma. Nunca sabemos qué misterios puede depararnos la noche".

A medida que avanzaban, el grito resonó de nuevo, esta vez más cerca. Aterrados pero intrigados, los detectives se dirigieron hacia el sonido.

Cuando llegaron al lugar del grito, encontraron a Martín, que parecía tener al rostro pálido como un lienzo.

"Ustedes también escucharon el grito, ¿verdad?" - preguntó Martín, entre nervioso y aliviado al ver a otros cerca.

"Sí, venimos a investigar. ¿Qué pasó exactamente?" - explicó Rubén.

Martín señaló un arbusto espeso y, con voz temblorosa, dijo:

"Creí que vi algo moverse entre los árboles, y cuando me acerqué, escuché ese grito. Pensé que era un animal, pero no vi nada...".

Justo en ese momento, un sonido extraño interrumpió la conversación, atrayendo la atención de los tres. Se volvió agudo y repetitivo.

"Creo que es un animal herido", sugirió Wilson.

"Vamos a verificarlo" - afirmó Rubén.

Siguiendo el sonido, pronto se encontraron ante una pequeña cueva oculta entre las piedras. Rubén, Martín y Wilson se asomaron cautelosamente, y al mirar dentro, vieron a un pequeño zorro atrapado en una trampa.

"¡Pobre pequeño!" - exclamó Martín. "No debemos dejarlo aquí".

Sin dudarlo, los tres se pusieron a trabajar en equipo. Rubén y Wilson discutieron cómo podrían liberar al zorro sin hacerle más daño. Utilizaron ramas y piedras para despejar la trampa, mientras Martín calmaba al animal con su voz suave.

"Todo estará bien, chiquito" - murmuró Martín, mientras el zorro pareció relajarse un poco.

Finalmente, tras un rato de esfuerzo y cooperación, lograron liberar al zorro, que salió corriendo a la libertad, mirando atrás una vez como si agradeciera la ayuda que le habían brindado.

"¡Lo logramos!" - gritó Rubén, emocionado.

"Sí, y juntos hicimos una gran diferencia. Eso es lo que cuenta" - dijo Martín, sonriendo ampliamente.

"¿Y si ese grito era solo el zorro?" - preguntó Wilson, riendo.

"Tal vez solo estaba pidiendo ayuda" - reflexionó Martín.

El trío de amigos se despidió, cada uno reflexionando sobre la experiencia. A veces, los ruidos midnight son solo voces en el viento, esperando ser comprendidos. Rubén y Wilson regresaron a su oficina, decididos a seguir investigando, mientras Martín continuaba su ronda, más atento que nunca, asegurándose de que el bosque estuviera a salvo.

A partir de esa noche, el guardabosques nunca volvió a sentir miedo. Aprendió que en la oscuridad del bosque siempre podría haber un misterio, pero también la oportunidad de hacer el bien.

FIN.

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