El Misterio del Grito en el Bosque



Era una noche tranquila en el Bosque de los Susurros, donde el guardabosques Pablo se encargaba de cuidar los árboles, animales y caminos. Sin embargo, esa noche, un escalofriante grito rompió la paz que reinaba en el lugar.

Pablo, muy asustado, tomó su radio y decidió llamar a los mejores detectives del pueblo: Rubén y Wilson.

"¡Hola! Rubén, Wilson, necesito su ayuda urgente. He escuchado un grito aterrador en el bosque. No sé qué puede haberlo causado", dijo Pablo con voz temblorosa.

Los detectives, emocionados pero también preocupados, respondieron:

"¡Vamos de inmediato, Pablo! No te preocupes, resolveremos el misterio juntos".

Cuando llegaron al bosque, Rubén miró a su alrededor, y Wilson sacó su linterna.

"¿Por dónde escuchaste el grito?", preguntó Rubén.

"Fue cerca del viejo árbol de roble, un poco más adelante", respondió Pablo, señalando con una mano.

Mientras se acercaban al árbol, notaron que el ambiente se volvía cada vez más extraño. Las hojas crujían bajo sus pies y un viento helado soplaba entre los árboles.

"Esto se está poniendo raro...", murmuró Wilson, mientras iluminaba el lugar con su linterna.

De repente, escucharon un rustle y el grito se repitió, esta vez sonaba más cerca.

"¡Allí!", gritó Rubén.

Corrieron hacia el sonido y encontraron una pequeña cabaña en medio del bosque. El ruido provenía de dentro. Estaban a punto de abrir la puerta, cuando de repente, un pequeño zorrito salió corriendo de la cabaña.

"¡Ah! ¿Vieron eso?", exclamó Pablo asustado.

"No te asustes, Pablo. Vamos a investigar", respondió Rubén.

Finalmente, reunieron el valor y entraron en la cabaña. Para su sorpresa, encontraron un grupo de pequeños animales, todos atrapados en un viejo corral.

"Parece que estos animales han estado asustados, de ahí el grito", observó Wilson.

"No se preocupen, amigos, los vamos a ayudar", los tranquilizó Rubén, agachándose para hablar con ellos.

Pablo, junto a Wilson, comenzaron a abrir las puertas del corral. Los animales, al verse libres, saltaron de alegría y comenzaron a hacer pequeños ruidos de felicidad.

"¡Gracias, gracias!", parecía decir un conejito que danzaba alrededor de ellos.

"No fue nada, amigos", sonrió Pablo.

Tras liberar a los animales, Rubén se dio cuenta de una trampa en el suelo.

"Esto es lo que causó la confusión, alguien puso esas trampas para capturar a estos pobres animales", dijo Rubén, señalando.

"Pero, ¿quién podría hacer algo así?", preguntó Wilson con tristeza.

Estuvieron a punto de irse cuando de repente, un grupo de niños apareció en el bosque.

"¡Hola! ¿Qué hacen aquí? , preguntó uno de los chicos.

"Escuchamos un grito, pensábamos que algo malo pasaba", respondió Pablo.

"¡Esa trampa es de nuestro amigo! Él solo quería mostrar su colección de animales", explicó la niña más pequeña.

Todos se miraron confundidos.

"No debe ser así, los animales no son juguetes. Hay que cuidar de ellos y dejarlos vivir libres en el bosque", dijo Rubén con firmeza.

Los niños, comprendiendo su error, se acercaron a los animales y, con la ayuda de los detectives y Pablo, aprendieron sobre la importancia de cuidar la naturaleza y el bienestar de los seres vivos.

"Prometemos cuidarlos y no volver a poner trampas", dijeron todos juntos.

La noche terminó en un gran aprendizaje para todos. Pablo, Rubén y Wilson regresaron a casa sabiendo que, juntos habían hecho del bosque un lugar más seguro y armonioso.

Y así, el grito aterrador que había rompido la paz se convirtió en un llamado a la acción que unió a todos en un propósito común: cuidar de la naturaleza y respetar a todos los seres vivos.

FIN.

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