El Misterio del Grito en el Bosque
Era una noche oscura en el bosque de La Esperanza. El guardabosques, Don Ramón, estaba en su puesto, cuidando de que todo estuviera en orden durante su turno nocturno. De repente, un grito desgarrador resonó entre los árboles. Asustado, Don Ramón decidió que era hora de buscar ayuda y rápidamente llamó a los mejores detectives de la zona: Rubén y Wilson.
Unos minutos después, Rubén, con su sombrero de detective, llegó corriendo.
"Don Ramón, ¿qué pasó? ¿Por qué todo este revuelo?"
"Escuché un grito aterrador, como si alguien estuviera en problemas. No sé qué hacer," explicó Don Ramón, temblando de miedo.
Wilson llegó poco después, ajustándose las gafas y con una linterna en mano.
"Vamos a investigar. No te preocupes, Don Ramón. Estamos aquí para resolver esto," dijo Wilson con confianza.
Los tres se adentraron en el bosque. Las sombras danzaban a su alrededor mientras el viento susurraba entre las ramas. Ambos detectives, conocidos por su astucia, comenzaron a buscar pistas.
Rubén se agachó y examinó el suelo.
"Mirá, hay huellas. Parecen ser de un animal grande. Podría ser un oso," comentó mientras seguía el rastro.
"Pero el grito no sonó como un oso... Fue diferente," dijo Wilson, manteniendo el foco de su linterna justo sobre las huellas para no perderlas.
Mientras seguían las huellas, llegaron a un claro donde encontraron un gran arbusto moviéndose.
"¡Allí!" exclamó Rubén, apuntando con su linterna. Se acercaron lentamente y oyeron un extraño ruido que no parecía ser un grito, sino un suave llanto.
"¿Quién está ahí?" preguntó Wilson, con la voz suave para no asustar al posible asustado.
Del arbusto salió un pequeño zorro, sollozando y temblando de frío.
"¡Ayuda! ¡No encuentro a mi mamá!" dijo el zorrito, con ojos grandes y llorosos.
Don Ramón, al ver al pequeño animal, sintió una mezcla de alivio y ternura.
"No te preocupes, pequeño, nosotros te ayudaremos a encontrarla," dijo tratando de calmarlo.
Rubén y Wilson se miraron, sabiendo que tenían una tarea diferente a la que pensaban.
"Vamos a buscar a tu mamá. ¿Te parece bien?" dijo Wilson, agachándose a la altura del zorrito para que no se sintiera intimidado.
El zorrito asintió, mientras los tres comenzaban a caminar juntos por el bosque. Siguiendo el llanto del pequeño, las luces de las linternas guiaban su camino. Pasaron bajo ramas y entre arbustos, mirando en cada rincón.
"Escuchen... ¡ahí hay un ruido!" dijo Rubén, colocando una mano en su oído.
Siguieron el sonido y, del otro lado de unos arbustos espesos, encontraron a una mamá zorra llamando a su pequeño.
"¡Mi querido zorrino!" gritó la mamá preocupada. Al ver a su hijo, se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza.
"¡Estaba tan asustado!" lloró el pequeño zorrito entre las patas de su mamá.
"Estamos felices de haberte encontrado. Tu mamá estaba muy preocupada," dijo Wilson sonriendo.
"Gracias, amigos, ustedes son unos héroes," agregó la mamá zorra, mientras movía la cola en señal de alegría.
Don Ramón, Rubén y Wilson se sonrieron entre sí, aliviados y llenos de satisfacción por haber resuelto el misterio y, más importante aún, por haber ayudado a una familia a reencontrarse.
"A veces, un grito puede ser más que un signo de peligro. A veces, significa que alguien necesita ayuda," reflexionó Rubén.
"Así es, y siempre debemos prestar atención a los sonidos del bosque," agregó Wilson.
La tarde se tornó en noche y el trío decidió volver a la aplicación de derechos en el bosque, pero no sin antes despedirse de sus nuevos amigos.
"Que tengan dulces sueños!" dijo Don Ramón al irse.
Desde aquel día, los tres se hicieron amigos inseparables, y el bosque de La Esperanza se volvió un lugar aun más mágico, lleno de historias y aventuras.
FIN.