El Misterio del Grito Nocturno
Era una noche tranquila en el bosque. Las estrellas brillaban en el cielo y la luna iluminaba el sendero. Martín, el guarda bosques, estaba cumpliendo su turno nocturno cuando, de repente, un grito desgarrador resonó entre los árboles. La piel se le erizó y rápidamente sacó su radio.
"¡Wilson! ¡Rubén! Vengan rápido, escuché un grito extraño. Puede ser peligroso!" - dijo Martín, con la voz temblorosa.
En la entrada del bosque, Wilson y Rubén estaban revisando algunos documentos pero al escuchar la llamada de Martín, no lo dudaron.
"Vamos, Rubén, no podemos dejarlo solo!" - exclamó Wilson, mientras corrían hacia el centro del bosque.
Poco después, llegaron hasta donde estaba Martín, quien parecía decidido pero algo nervioso.
"¿Qué fue eso que escuchamos?" - preguntó Rubén, mirando a su alrededor con atención.
"No lo sé, parecía un grito de un animal herido. Creo que viene de esa dirección" - señaló Martín, apuntando hacia la espesura.
Los tres comenzaron a caminar en silencio, atentos a cualquier otra señal que pudiera indicar la dirección del misterioso grito. Después de unos minutos, se toparon con un claro donde la luna iluminaba el suelo tapizado de hojas. Fue entonces cuando vieron algo que les dejó helados: un enorme oso de garras marcadas, con una herida en su pata.
"Pobrecito..." - murmuró Rubén, horrorizado "Parece que se hirió con algo afilado."
"No debemos asustarlo, él sólo necesita ayuda" - dijo Martín con firmeza. "Si nos acercamos lentamente y hablamos en voz baja, tal vez nos confíe su dolor."
Con gran cuidado, los tres se acercaron al oso. Martín, en un tono suave, comenzó a hablarle.
"Hola amigo, no queremos hacerte daño. Solo queremos ayudarte."
Para su sorpresa, el oso dejó de moverse, parecía que había entendido que no eran una amenaza. Sin embargo, no se podía acercar fácilmente, estaba muy asustado.
"¿Qué hacemos ahora?" - susurró Wilson, mientras pensaba en lo que podrían hacer.
"Tal vez deberíamos llamar al veterinario del parque. Ellos tienen experiencia en ayudar a los animales. Lo mejor es que mantengamos el lugar tranquilo." - dijo Rubén, y Martín asintió con la cabeza.
Martín tomó su radio nuevamente y pidió ayuda. Mientras tanto, el oso, curioso, comenzó a oler el aire. Sus ojos miraban a los tres hombres que parecían ser amigos en lugar de amenazas.
Cuando el veterinario llegó, estaba emocionado por poder ayudar. Él trajo consigo herramientas y medicamentos para tratar la herida del oso.
"¡Mirá, Martín! El oso se está acercando. Parece que confía en nosotros ahora" - comentó Rubén, mientras observaban el acercamiento del animal.
El veterinario comenzó a trabajar en la herida, mientras Martín y los detectives hacían lo posible por tranquilizar al oso.
"Eres muy valiente, amigo" - le decía Martín, acariciando suavemente la cabeza del oso.
Al poco tiempo, la herida fue limpia y el oso, aunque un poco adolorido, ya no tenía que preocuparse. Con un último vistazo agradecido, el oso se alejó y se perdió entre los árboles, dejando a los hombres con una gran sonrisa en el rostro.
"¡Lo logramos!" - exclamó Wilson con alegría, dando un abrazo a Rubén y Martín. "Hoy ayudamos a un amigo en apuros."
"Sí, y eso es el verdadero trabajo de un guarda bosques y de nuestros amigos detectives. Siempre debemos proteger a los que no pueden hacerlo por sí mismos" - dijo Rubén, sonriendo a la luna.
A partir de ese día, Martín, Wilson y Rubén se convirtieron en los mejores guardianes del bosque, siempre listos para escuchar y ayudar a cualquier criatura que lo necesitara, recordando que la verdadera valentía está en cuidar y proteger a los demás.
Y así, cada vez que escuchaban un grito en la noche, no se asustaban, sino que se preparaban para ayudar.
FIN.