El Misterio del Hombre Saltarín
En lo alto de las montañas, en un lugar mágico llamado El Salt del Fish, los jóvenes se reunían cada verano para disfrutar de las frescas aguas del río y lanzarse desde un precipicio hacia la diversión. Todos conocían la leyenda del hombre saltarín, un misterioso personaje que aparecía cada vez que el sol brillaba en lo alto y que se encargaba de cuidar de los chicos aplicándoles cremita para el sol.
Un día, un grupo de amigos, compuesto por Lina, Tomás, y Valen, decidió que ese sería el día perfecto para visitar El Salt del Fish. Cuando llegaron al lugar, se encontraron con una larga fila de chicos esperando por su turno para saltar. Al final de la fila estaba un hombre de cabello rizado y gafas de sol enormes, aplicando crema a todos.
"Hola chicos, ¿listos para saltar?" - les preguntó el hombre.
"Sí, pero no sabemos si somos lo suficientemente valientes" - contestó Valen, un poco nervioso.
"¡No se preocupen! Saltar es un acto de valentía y diversión. Pero primero, ¡hay que protegerse del sol!" - dijo el hombre sonriendo mientras les untaba la crema.
Mientras los chicos esperaban su turno, comenzaron a notar algo peculiar. Cuando el hombre ayudaba a los jóvenes, siempre les pedía prestada una cosa inusual: un tanga y unas chanclas.
"Oye, ¿por qué necesitas un tanga y unas chanclas para poder saltar?" - preguntó Tomás, curioso.
"Ah, esa es mi magia. ¡Si tengo un tanga y unas chanclas, puedo saltar más alto que el sol!" - respondió el hombre con un guiño.
Intrigados por la respuesta, los amigos decidieron que necesitaban descubrir más por su cuenta. Así que se acercaron al hombre y le dijeron:
"Si nos das un truco para saltar, te prestamos nuestras chanclas y el tanga de Valen." -
"¡Trato hecho!" - dijo el hombre, entusiasmado.
Ese día, el hombre mostró a los chicos cómo saltar con alegría y estilo. Los amigos se turnaban, y aunque al principio saltaban un poco asustados, pronto empezaron a disfrutar. Pero había algo más que aprender. El hombre les dijo:
"La verdadera diversión es no tener miedo y disfrutar del momento. Solo así saltarás más alto."
Cuando llegó el turno de Valen, se puso un tanga y las chanclas, y mirando a sus amigos se lanzó al agua con un grito de júbilo.
"¡Mirá cómo salto!" - gritó mientras caía al río, salpicando agua por todos lados.
Los amigos aprendieron que con confianza y un poquito de locura, podían lograr lo que se propusieran. Después de saltar, se sentaron en la orilla, riendo y dándose cuenta de que no solo habían disfrutado de la experiencia del salto, sino que su amistad había crecido aún más.
De repente, el hombre saltarín se levantó y comenzó a bailar en la orilla, deslizando de un lado a otro.
"¡Ahora soy el rey del saltos!" - exclamó entre risas.
Cuando los chicos fueron listos para marcharse, se acercaron al hombre para agradecerle.
"Gracias por enseñarnos a disfrutar y no tener miedo" - dijo Lina sonriendo.
"Recuerden, siempre que tengan ganas de saltar, solo piensen en lo divertido que es. ¡Y no olviden siempre usar protector solar!" - dijo el hombre, mientras levantaba las manos al cielo.
Y así, los amigos se marcharon llenos de alegría y anécdotas nuevas, sabiendo que cualquier cosa es posible si se enfrenta con valentía y se comparte con amigos. El saltarín quedó como un símbolo de diversión y amistad en El Salt del Fish, esperando el próximo verano para seguir enseñando a saltar a todos los jóvenes que vinieran a visitar.
FIN.