El misterio del hospital encantado


Había una vez un grupo de amigos muy miedosos llamados Mateo, Sofía, Juan y Lucía. Siempre se asustaban con cualquier cosa: sombras, ruidos extraños e incluso sus propias sombras en la noche.

Pero a pesar de su miedo, siempre estaban dispuestos a ayudarse mutuamente. Un día, mientras caminaban por el pueblo, escucharon rumores sobre un hospital abandonado y embrujado en las afueras. La curiosidad los invadió y decidieron investigar.

Aunque temblaban de miedo solo con pensar en entrar al lugar, sabían que juntos podrían enfrentar cualquier cosa. Al llegar al hospital, vieron cómo las ventanas estaban rotas y las puertas chirriaban espeluznantemente. El edificio parecía salido de una película de terror.

Sin embargo, recordaron que la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarlo a pesar del temor. Con mucho cuidado entraron al hospital oscuro y tenebroso. Cada paso que daban resonaba en los pasillos vacíos y polvorientos.

Los corazones les latían tan fuerte que parecían querer escapar del pecho. De repente, escucharon un grito escalofriante proveniente del piso superior. Todos se miraron entre sí con ojos llenos de terror pero sin decir palabra continuaron avanzando hacia el origen del sonido.

Al subir las escaleras crujientes llegaron a una sala lúgubre donde encontraron a un fantasma triste llamado Benito. Tenía cadenas atadas a sus pies y lágrimas en sus ojos transparentes. "¿Quién eres tú?", preguntó Juan temblando de miedo.

"Soy Benito, el fantasma del hospital. Estuve atrapado aquí durante años y nadie se atrevió a ayudarme", respondió con voz melancólica. Los amigos sintieron compasión por Benito y decidieron liberarlo de sus cadenas.

Trabajaron juntos para encontrar la llave que lo mantenía prisionero, enfrentando sus miedos en cada rincón oscuro del hospital. Finalmente, encontraron la llave escondida en una habitación secreta detrás de un cuadro antiguo.

Con mucho valor, Mateo abrió las cadenas que aprisionaban a Benito y en ese momento, el fantasma desapareció con una sonrisa de gratitud. El grupo de amigos volvió al pueblo victorioso y orgulloso por haber superado sus miedos y ayudar a alguien necesitado.

Aprendieron que trabajar juntos y enfrentar los temores puede llevarnos hacia grandes aventuras e incluso hacer amigos inesperados. Desde aquel día, Mateo, Sofía, Juan y Lucía dejaron atrás su miedo irracional y se convirtieron en valientes exploradores dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se les presentara.

Y aunque siempre recordaron su encuentro con Benito como una experiencia espeluznante pero inspiradora, nunca más volvieron a entrar en lugares embrujados sin permiso ¡y mucho menos sin linterna! Y así termina nuestra historia queridos niños: trabajando juntos podemos lograr cosas increíbles y superar nuestros mayores temores.

Recuerden siempre ser valientes aunque sientan miedo ¡y nunca olviden llevar una linterna cuando exploren lugares oscuros!

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