El misterio del huevo perdido



En una granja en el corazón de la campiña argentina, vivía una granjera llamada Martina, junto a su gato Pancho y su perro Rufino.

A Martina le encantaba la vida en el campo, rodeada de sus animales y cuidando de su pequeño huerto. En su granja también vivían una gallina llamada Carmela y un pato llamado Diego. Un día, Carmela estaba emocionada porque había puesto un hermoso huevo. "¡Miren! ¡He puesto mi primer huevo!" -exclamó la gallina con orgullo.

Pero, para su sorpresa, minutos después el huevo desapareció misteriosamente. "¡Ay, ay, ay, me han robado mi huevo!" -se lamentaba Carmela, angustiada. La granjera y sus animales decidieron ayudar a la gallina a encontrar el huevo perdido.

Pancho, el astuto gato, rápidamente siguió las huellas que encontró en el suelo. "¡Aquí van las huellas! ¡Vamos por el huevo!" -maullaba emocionado. Rufino, el leal perro, olfateaba alrededor con determinación. "¡Lo encontraremos, no te preocupes, Carmela!" -ladraba con confianza.

Juntos, recorrieron la granja buscando pistas, mientras Carmela los seguía con ansias. Finalmente, llegaron al estanque donde el agua relucía bajo el sol. "¡Miren! ¡Allí está el huevo!" -exclamó Martina señalando hacia el agua.

El huevo estaba flotando sobre las tranquilas aguas, y a su lado estaba Diego, el pato, observándolo con curiosidad. "¡Oh, por fin te encontramos!" -dijo Carmela, aliviada. "Perdón, lo llevé al estanque para mantenerlo fresco. No quería que se dañara" -explicó Diego.

Todos rieron al entender que el pato solo quería ayudar. Desde ese día, todos los animales entendieron la importancia de trabajar juntos y de comprender las buenas intenciones de los demás, sin juzgar.

Y así, la granja siguió siendo un lugar lleno de amor y armonía, donde cada animal era valorado y respetado por igual.

FIN.

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