El Misterio del Inodoro
Era un día soleado en el barrio de La Esperanza, donde dos amigas, Sofía y Valentina, decidieron encontrarse en el parque. Jugaban felices, riendo y saltando de un lado a otro. De repente, Sofía no pudo contener más la emoción y le dijo a Valentina:
- ¡Valen! ¡Tengo una noticia increíble!
- ¿Qué pasa, Sofi? Te noto muy emocionada - respondió Valentina, con curiosidad.
- ¡Tengo novio! - exclamó Sofía, tirando las manos al aire.
- ¡No puede ser! ¡Felicidades! - gritó Valentina, mientras la abrazaba con fuerza.
Pero el día tomó un giro inesperado cuando Valentina recordó algo que su mamá le había dicho.
- Espera, espera... Sofi, tengo que decirte algo que me comentó mi mamá. - La voz de Valentina se tornó seria.
- ¿Qué pasó? - preguntó Sofía, intrigada.
- Mi mamá dijo que hay que tener cuidado, que puedes quedarte embarazada del asiento del inodoro - dijo Valentina, frunciendo el ceño.
Sofía hizo una pausa y luego estalló en risas.
- ¡Valen! Eso no puede ser cierto. ¿De veras crees en eso?
- ¡Pero me lo dijo ella, de verdad! - insistió Valentina, ahora un poco preocupada.
- Mira, Valen. Creo que los papás a veces dicen cosas raras, pero eso no es posible. Y si te preocupa, deberíamos preguntarle a alguien que sepa más - sugirió Sofía.
Valentina asintió, pero el pensamiento seguía martillando en su cabeza. Decidieron ir a la biblioteca del barrio donde había un libro sobre el cuerpo humano que siempre les había fascinado.
Al llegar, buscaron en los estantes hasta que encontraron el preciado libro. Con ilustraciones y explicaciones simples, le dieron vuelta a las páginas.
- A ver, aquí dice que el embarazo ocurre cuando una semillita y un óvulo se juntan... - comenzó Sofía a leer en voz alta.
- Eso no pasa en un inodoro - interrumpe Valentina, aliviada.
- ¡Exacto! - dijo Sofía, sonriendo. - Además, si no hay una semillita, no hay embarazo.
Ambas se rieron de la idea de que algo tan curioso como el inodoro pudiera causar el embarazo.
- Entonces, ¿puedo seguir con mi novio sin preocuparme? - preguntó Sofía, queriendo asegurarse.
- ¡Claro! Solo hay que recordar que debemos ser responsables y hablar siempre con nuestros papás o adultos de confianza cuando tengamos dudas - aconsejó Valentina.
Sofía sonrió y le dijo:
- Gracias, Valen. Me alegro de tenerte como amiga. ¡Vayamos a buscar a mis papás y preguntarles más cosas!
Las dos amigas salieron del parque rumbo a la casa de Sofía, donde sabían que encontrarían respuestas a todas sus preguntas. Juntas, aprenderían sobre la amistad, la confianza y los secretos que traían las palabras de los adultos. Pero lo más importante es que, al final, ambas decidieron que siempre era mejor hablar y preguntar antes de asumir cosas raras.
Así que ese día, en el parque y en la biblioteca, no solo encontraron conocimientos, sino también la certeza de que la amistad puede superar cualquier misterio.
FIN.