El Misterio del Jardín Perdido



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, dos hermanas llamadas Alba y Vilma. Alba era la mayor, con una curiosidad infinita y una imaginación desbordante. Vilma, la menor, era más cauta y siempre tenía una respuesta lógica para todo. Juntas, eran un gran equipo y se pasaban los días explorando su jardín, que era el más bonito del barrio.

Un día, mientras jugaban entre las flores, Alba dijo:

"¡Vilma, mira! He encontrado un pequeño camino que nunca había visto. Vamos a explorarlo."

"No sé, Alba... podría ser peligroso. ¿Y si nos perdemos?" respondió Vilma.

"No te preocupes, ¡estoy segura de que encontraremos algo increíble!" insistió Alba, con sus ojos brillando de emoción.

Convencida por la pasión de su hermana, Vilma al final accedió. Ambas decidieron seguir el camino, que se adentraba más y más entre los árboles. Pronto, se encontraron en un lugar mágico. Ante ellas había un jardín que parecía salido de un cuento: flores de todos los colores, plantas que brillaban a la luz del sol y mariposas que danzaban entre los pétalos.

"¡Wow! Mira lo hermoso que es todo esto, Vilma!" exclamó Alba, saltando de alegría.

"Sí, es increíble... pero, ¿de quién es este jardín?" preguntó Vilma, mirando alrededor con cautela.

"No lo sé, pero deberíamos cuidarlo y jugar aquí siempre que podamos." respondió Alba con una sonrisa.

Mientras jugaban, notaron algo inusual. Al fondo del jardín había un árbol con un gran tronco retorcido y raíces que sobresalían del suelo. Alba, intrigada como siempre, se acercó.

"¿Qué será esto? ¡Vamos a investigar!"

"Espera, Alba. Podría ser un refugio para animales o incluso un lugar peligroso," advirtió Vilma.

"Dejame mirar un momento, seguro que no pasa nada. Además, no estamos solas. ¿Ves que hay flores raras aquí? Quizás crezcan en un lugar especial."

Sin pensar en las advertencias de su hermana, Alba se acercó más. En ese instante, escucharon un suave murmullo que parecía venir del árbol mismo. Las hojas se movían como si estuvieran hablando.

"¿Viste? ¡El árbol está vivo!" dijo Alba asombrada.

"No, no, eso no puede ser... Tal vez es solo el viento. Necesitamos irnos, Alba. Esto me da miedo."

Pero Alba, cada vez más curiosa, se inclinó hacia el árbol.

"¡Hola! ¿Quién eres?" preguntó. Para su sorpresa, el árbol respondió,

"Soy el guardián de este jardín. He estado esperando a que alguien con un buen corazón me ayude. He estado triste porque nadie ha cuidado de mí."

Vilma, aterrada, susurró a su hermana:

"¿Estás hablando en serio? Un árbol que habla, ¿es posible?"

"¡Sí! El árbol necesita nuestra ayuda, Vilma. ¡Alba no deja a sus amigos en el camino!" respondió la mayor, determinada a ayudar.

El árbol continuó,

"Si ustedes me ayudan, prometo que el jardín florecerá de nuevo. Pero si se van, se marchitará para siempre."

"¿Cómo podemos ayudarte?" preguntó Vilma, intrigada a pesar de su miedo.

"Solo necesitan regar mis raíces y plantar algunas flores. Por favor, cuiden de este mágico lugar como si fuese suyo."

Las hermanas se miraron, y aunque Vilma dudaba, la mirada de Alba, llena de esperanza, la convenció.

"Está bien, hagámoslo, Alba. Pero debemos hacerlo juntas y con cuidado."

Así fue como Alba y Vilma comenzaron a trabajar juntas en el jardín. Regaban el árbol, recolectaban semillas y plantaban flores. Con el tiempo, el lugar floreció como nunca antes. El árbol se volvió más fuerte y sus ramas llenas de hojas brillantes.

Un día, mientras trabajaban en el jardín, escucharon ruidos de risas. Otros niños del barrio se acercaron, atraídos por la belleza del lugar.

"¡Hola! ¿Pueden jugar con nosotros?" preguntó un niño que había venido.

"¡Sí! Pero primero, tienen que ayudar a cuidar del jardín," contestó Alba, emocionada.

"¡Claro!" dijeron todos juntos.

A partir de ese día, el jardín se convirtió en un lugar de encuentro para todos los niños del barrio. Juntos cuidaban las plantas, jugaban y aprendían sobre la importancia de la naturaleza y el trabajo en equipo. Algunas veces, Vilma se convertía en la voz de la razón, sugiriendo métodos para cuidar mejor las flores, mientras que Alba compartía su entusiasmo y creatividad al inventar juegos nuevos en el jardín.

Así, la conexión entre las hermanas se hizo más fuerte. Aprendieron no solo a trabajar juntas, sino también a apreciar las diferencias entre ellas. Alba enseñó a Vilma que a veces es bueno arriesgarse y explorar lo desconocido, mientras que Vilma le mostró que la precaución también tiene su valor.

Y así, el jardín perdido se convirtió en un símbolo de amistad, colaboración y el poder de la curiosidad. Las hermanas se dieron cuenta de que, aunque eran diferentes, juntas podían hacer cosas maravillosas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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