El Misterio del Juguete Desaparecido



Era una mañana nevada en el Polo Norte. Los duendes estaban ocupados organizando la producción de juguetes para la Navidad, pero algo no estaba bien. Allen, el duende líder, miró hacia el rincón donde normalmente se encontraba el gran tren de madera, el juguete favorito de Santa.

"¡Chicos!" - gritó Allen, su cara blanca como la nieve. "El tren de Santa ha desaparecido. ¿Alguien lo ha visto?"

Los duendes comenzaron a murmurar entre ellos. Lizzy, la más pequeña, levantó la mano. "Yo vi a Rocco, el reno, jugando cerca de allí anoche. ¿Y si él sabe algo?"

"Buena idea, Lizzy. Vamos a hablar con él" - dijo Allen.

Los duendes corrieron hacia el claro donde Rocco estaba descansando, rascándose la nariz con su pata.

"¡Rocco!" - llamó Allen. "Necesitamos tu ayuda. El tren de Santa ha desaparecido. ¿Sabés algo sobre esto?"

Rocco levantó la cabeza de golpe, sus ojos tan brillantes como las estrellas. "¿El tren? ¡Lo vi! Pero no lo tengo. Vi a un par de duendes ocultándolo bajo montones de nieve... ¡y a un oso polar!"

"¿Un oso polar?" - exclamaron todos al unísono.

"Sí, ¡es cierto!" - continuó Rocco emocionado. "Pero no sé por qué lo hizo. Quizás podemos seguir las huellas en la nieve. ¡Sigamos!"

Los duendes, junto a Rocco, comenzaron a seguir las huellas, que parecían llevar hacia el bosque. Sin embargo, el camino estaba lleno de pequeñas trampas: troncos caídos, nieve que se deslizaba y un par de setas que hacían reír a los duendes hasta que se caían en la nieve.

"¡Esto es complicado!" - dijo Julia, tropezando con un tronco. "¿Estaremos perdiendo tiempo?"

"No, Julia. Cada traba es una oportunidad de trabajar juntos," - destacó Allen. "Si ayudamos a cada uno de nosotros a superar estos obstáculos, seremos más fuertes."

Finalmente llegaron a un claro donde encontraron al oso polar, sentado sobre un montón de juguetes, riendo como si fuera parte de un juego. "¿Qué hacen aquí, pequeños duendes?" - preguntó el oso, incrédulo.

"Estamos buscando el tren de Santa", - respondió Lizzy. "Nos han dicho que lo tenés. ¿Por qué lo ocultaste?"

El oso hizo una pausa, su expresión cambiando a una de seriedad. "Lo tomé porque quería jugar. Siempre veo a Santa y a sus duendes trabajando duro, y pensé que sería divertido hacer un juego de escondidas."

"Pero eso no está bien" - dijo Allen. "Santa y nosotros trabajamos juntos para hacer felices a todos los niños del mundo. ¿No te gustaría ser parte de eso en lugar de jugar solo?"

El oso se acarició la barbilla, reflexionando. "Tenés razón. Me siento muy solo aquí. Yo quiero ayudar también. ¿Puedo ayudar a devolver el tren?"

"¡Claro que sí!" - gritaron los duendes en coro, mientras Rocco saltaba de alegría.

El oso, junto a los duendes y Rocco, regresaron al taller con el tren, realizando una cadena de colaboración y risas. Al llegar, Santa, que había estado preocupado, sonrió al ver a todos juntos.

"¡Magia de Navidad!" - exclamó. "Nada se compara a la amistad y el trabajo en equipo. Gracias a todos ustedes, el tren está de vuelta. Esto hará felices a muchos niños."

"Lo aprendimos hoy, Santa" - dijo Lizzy. "Juntos somos más fuertes, y eso es el mejor regalo de Navidad."

Y así, en una fría mañana de invierno, los duendes, Rocco y el oso celebraron no sólo el regreso del tren, sino el regalo especial de la amistad y la unión. Aprendieron que junto a otros, incluso los desafíos más grandes se convierten en juegos divertidos.

Desde ese día, cada fin de año, el oso se unía a los duendes para ayudar a hacer juguetes, y sus risas llenaban el taller del Polo Norte. Y así, todos sabían que el verdadero espíritu navideño está en la alegría de ayudar y en estar juntos, sin importar lo que pase.

FIN.

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