El Misterio del Laboratorio del Colegio San Pedro
Era un hermoso día en el colegio San Pedro, donde los alumnos de 5to B se preparaban para su clase de ciencias. Todos estaban emocionados, especialmente Diego Freitez, un niño curioso con una gran pasión por los experimentos. Sin embargo, había algo que le preocupaba: las normas del laboratorio.
"¿Sabías que tenemos que seguir todas las normas para estar seguros?" - le dijo su amiga Ana, mientras se acomodaba su gafete de identificación.
"Sí, pero a veces son tan aburridas..." - respondió Diego, mientras miraba hacia la puerta del laboratorio con curiosidad.
Esa mañana, el profesor Martínez explicó la importancia de cada norma.
"Cada uno de ustedes tiene que recordar que el laboratorio es un lugar especial. No solo se trata de hacer experimentos, sino de hacerlo de manera segura." - dijo el profesor, escrutando con su mirada a toda la clase.
Después de la lección, los alumnos se pusieron manos a la obra y comenzaron a trabajar en un experimento sobre reacciones químicas. Mientras los demás seguían las normas, Diego se sintió tentado a experimentar un poco más allá de lo permitido.
"Voy a mezclar un poco de vinagre con bicarbonato de sodio, ¡verás lo que sale!" - exclamó Diego, sin considerar lo que podía suceder.
Pero Ana lo detuvo justo a tiempo.
"¡Espera, Diego! Eso no está en las normas. Podría ser peligroso si no lo hacemos correctamente. Recuerda lo que dijo el profesor." - insistió ella, preocupada por la seguridad de su amigo.
Diego dudó un momento, pero decidió seguir el consejo de su amiga. Juntos, empezaron a activar su imaginación y a pensar en otras formas de realizar experimentos que fueran seguros y divertidos.
Su compañero Juan, viendo la discusión, se unió a ellos.
"Tengo una idea mejor. ¿Qué tal si hacemos un volcán? Se necesita bicarbonato y vinagre, pero de una forma controlada." - sugirió Juan con entusiasmo.
"¡Esa es una gran idea!" - dijo Ana.
Así que los tres amigos empezaron a trabajar en su volcán. Siguiendo las normas del profesor, construyeron un volcán con arcilla, y cuando llegó el momento, cada uno se turnó para mezclar los ingredientes con mucho cuidado. Diego se sintió orgulloso de lo que habían creado.
Cuando el volcán erupcionó, todos en la clase aplaudieron y se sorprendieron con el espectáculo.
"¡Eso fue increíble!" - gritó la profesora, visiblemente emocionada.
"Tener cuidado y seguir las normas hizo que todo saliera genial." - comentó Ana, mientras todos elogiaban el experimento.
El profesor Martínez se acercó a ellos.
"Estoy muy orgulloso de ustedes. Usaron su creatividad y, al mismo tiempo, entendieron la importancia de seguir las normas. Hicieron un gran trabajo en equipo." - les dijo.
La clase aprendió esa semana que las normas no son solo reglas aburridas, sino herramientas que ayudan a mantener a todos a salvo. Desde aquel día, Diego, Ana y Juan se convirtieron en grandes amigos y siempre siguieron aprendiendo juntos, disfrutando del laboratorio mientras hacían experimentos seguros y divertidos.
Y así, en el colegio San Pedro, cada vez que llegaba el momento de la clase de ciencias, todos recordaban las normas y se preparaban para vivir nuevas aventuras científicas, llenas de sorpresas y aprendizaje.
Los amigos entenderían que una buena ciencia no solo se trata de experimentar, sino de hacerlo de manera segura y responsable. ¡El laboratorio se convirtió en su lugar favorito!
FIN.