El misterio del ladrón de galletas


En un soleado día de primavera, Augusto y Emma estaban jugando en el patio trasero de la casa cuando escucharon a su mamá gritar desde la cocina: "¡Alguien se comió todas las galletitas Oreo que había en la despensa!".

Los dos hermanos se miraron sorprendidos y supieron al instante lo que tenían que hacer: ¡resolver el misterio del ladrón de galletitas! Augusto, el mayor, sacó su libreta de detective y un lápiz mientras Emma agarraba una lupa.

Juntos entraron a la cocina y empezaron a buscar pistas. Emma encontró migajas sospechosas cerca de la mesa mientras Augusto revisaba detenidamente cada rincón. "¿Qué encontraste, Emma?" -preguntó Augusto levantando una ceja. "Migajas sospechosas...

¡y parece haber huellas en el piso!" -respondió Emma emocionada. Los dos siguieron las huellas hasta llegar al living, donde vieron a su perro Rufus con manchas de crema en el hocico. Parecía estar muy feliz y satisfecho.

"¡Rufus! ¿Fuiste tú quien se comió las Oreos?" -preguntó Augusto con tono acusador. El perro movió la cola inocentemente, pero los hermanos sabían que habían descubierto al culpable. Sin embargo, algo no cuadraba del todo en la escena del crimen.

Decidieron seguir investigando antes de sacar conclusiones apresuradas. Después de revisar minuciosamente toda la casa, Augusto y Emma encontraron más migajas debajo del sillón del living. Esta vez eran diferentes a las anteriores: eran migas de pan.

La intriga aumentaba con cada pista nueva que descubrían. "Esto se está poniendo interesante" -dijo Augusto rascándose la cabeza-. "Tenemos dos tipos distintos de migajas...

¿será que hay dos ladrones?"Emma tomó su lupa y examinó las migajas con cuidado. De repente, exclamó: "¡Mirá esto, Augusto! En una de estas miguitas hay una marca... ¡es una A!"Los hermanos intercambiaron miradas asombradas. Se dieron cuenta rápidamente de lo que estaba pasando.

Con todas las piezas del rompecabezas juntas, pudieron resolver finalmente el misterio del ladrón de galletitas Oreo. Corrieron hacia Rufus y le dieron unas caricias amorosas.

Luego fueron hacia el jardín trasero donde encontraron a su vecino Amadeo disfrutando tranquilamente unas galletitas junto a un vaso grande de leche. "¡Amadeoooo! ¡Así que fuiste tú quien se comió nuestras Oreos!" -exclamó Emma señalándolo con diversión. Amadeo se sobresaltó un poco al ser descubierto pero luego rió junto con los niños.

Les explicó entre risas que había olvidado traer su merienda ese día y necesitaba algo dulce para acompañar su leche después de jugar con ellos en el patio.

Augusto y Emma entendieron perfectamente la situación y compartieron sus galletitas con Amadeo sin resentimientos. Aprendieron que compartir es importante y que siempre hay una explicación detrás de cada misterio por resolver.

Desde ese día, los tres amigos disfrutaban juntos meriendas inolvidables llenas no solo de galletitas Oreo sino también risas y complicidad en sus aventuras cotidianas como detectives improvisados.

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