El Misterio del Lobo del Bosque



Había una vez cuatro amigos llamados Lucas, Sofía, Tomás y Valentina, que decidieron ir a pasar un fin de semana en una cabaña en medio del bosque. Estaban emocionados por la aventura que les esperaba: exploraciones, caminatas y contar historias alrededor de una fogata.

Al llegar, se encontraron con un anciano que vivía cerca de la cabaña. Tenía una larga barba blanca y ojos brillantes. Al ver a los chicos, se acercó y les dijo:

"¡Hola, jóvenes aventureros! Tengan cuidado, porque se dice que hay un lobo que vaga por estos bosques. No es peligroso si no lo provocan, pero es mejor estar atentos."

Los amigos se miraron entre sí y se rieron.

"¡No te preocupes! No somos miedosos. ¡Vamos a buscar al lobo!" exclamó Tomás, con una sonrisa desafiante.

Sofía, mientras tanto, mostró algo de preocupación.

"Chicos, ¿y si el viejo tiene razón? No deberíamos meternos en líos."

"No te preocupes, Sofi. Es solo un cuento de viejos. ¡Vamos!" respondió Lucas, y con ese empujón, se adentraron juntos en el bosque.

Comenzaron a explorar y pronto dieron con un hermoso claro lleno de flores y mariposas. Se pusieron a jugar y a correr, olvidando por completo la advertencia del anciano. Mientras tanto, el sol empezaba a ponerse, y las sombras del bosque comenzaban a alargarse.

De repente, escucharon un ruido detrás de unos arbustos. Tomás, que siempre había sido el más aventurero de todos, se acercó con cautela. Las ramas se movieron, y un gran lobo apareció ante ellos. Su pelaje era suave y leonado, y sus ojos brillaban como dos luceros en la oscuridad.

"¡Es un lobo!" gritó Valentina, asustada.

El lobo, en lugar de atacar, se quedó quieto, observándolos.

"¡No, no!" dijo Sofía, tratando de actuar con calma. "Quizás solo está curioso."

"¿Quieren jugar?" preguntó Lucas, queriendo hacer frente a la situación. Pero el lobo no se movió. Solo olfateaba el aire.

Los amigos comenzaron a dar pasos hacia atrás, pero el lobo dio un aullido que resonó en el bosque. Todos se quedaron paralizados. En ese momento, recordaron las palabras del anciano.

"¡Tienes razón, Sofi! ¡Deberíamos haberlo escuchado!" se lamentó Tomás.

El lobo, que parecía más asustado que ellos, dio un par de pasos y se echó en el suelo, mirando con interés.

"Tal vez solo está asustado porque nos acercamos demasiado", sugirió Valentina.

"Sí, no está intentando atacarnos. Quizás solo quiere jugar también", dijo Sofía, con una pequeña sonrisa.

Con un nuevo espíritu, los amigos intentaron hacer que el lobo se sintiera cómodo. Se sentaron en el suelo, hablando en voz baja y suavemente, hasta que el lobo comenzó a acercarse lentamente.

Pronto, el magnífico animal se sintió lo suficientemente seguro como para jugar con ellos. Rodaron en el suelo, corrieron y hasta jugaron a la pelota, mientras la luna iluminaba el bosque. Era una escena mágica.

Después de un largo rato de diversión, los amigos decidieron que era tiempo de volver a la cabaña. El lobo se puso de pie y los miró como si estuviera diciendo adiós.

"Te prometemos volver a jugar, amigo", dijo Lucas, mientras se daban la vuelta.

A su regreso, encontraron al anciano esperando.

"¿Lo encontraron?" preguntó con una sonrisa.

"Sí, y nos dio miedo al principio, pero después resultó ser un buen amigo" respondió Valentina.

El anciano se rió y les dijo:

"A veces, lo que tememos no es tan aterrador como parece. Recuerden siempre que al miedo se le enfrentan con confianza y cariño."

Los amigos entendieron el significado de estas palabras y se dieron cuenta de que el lobo, que parecía aterrador al principio, había resultado ser un hermoso espíritu del bosque. Desde entonces, hicieron del lobo su amigo y regresaron frecuentemente al bosque, siempre cuidando de no entregarse al miedo, sino al amor por la aventura y la amistad.

Y así, cada vez que escuchaban el aullido de un lobo, sonreían, recordando la importancia de no juzgar las situaciones por su apariencia y de ser siempre valientes ante lo desconocido.

FIN.

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