El misterio del maíz de Sorata



En las hermosas tierras de Sorata, la vida transcurría apacible entre montañas y valles. Sin embargo, un día la región se vio azotada por una inesperada escasez de comida. Los habitantes, preocupados por su bienestar, clamaron por ayuda divina. El Apu Illampu, el espíritu de la montaña sagrada, escuchó sus súplicas y decidió enviar al cóndor con mazorcas de maíz para saciar el hambre de su pueblo.

El cóndor, majestuoso y fuerte, se preparó para llevar la preciada carga a la tierra de Sorata. Sin embargo, en su travesía, un enjambre de loros alborotados cruzó su camino. Los loros, juguetones y traviesos, hicieron que el cóndor perdiera el equilibrio y derramara las mazorcas de maíz sobre la región.

La sorpresa invadió a los habitantes de Sorata al ver cómo el maíz brotaba en cada rincón del lugar. Sin saberlo, aquel accidente traería consigo una bendición inesperada. El maíz creció fértil y abundante, otorgando alimento y esperanza a la comunidad.

Los niños de Sorata, curiosos por el misterio del maíz, decidieron emprender una aventura para descubrir cómo el maíz había florecido. Con valentía y determinación, se adentraron en los senderos de la montaña, guiados por el deseo de desentrañar el enigma.

Durante su travesía, los niños se encontraron con diversos animales del lugar: zorros ágiles, llamas juguetonas y cóndores majestuosos. Cada encuentro les brindó enseñanzas sobre el respeto por la naturaleza y la importancia de cuidar el equilibrio del ecosistema.

Finalmente, los niños llegaron a una cueva misteriosa en lo más alto de la montaña. Allí descubrieron que los loros, arrepentidos por su travesura, habían cooperado con las hadas de la montaña para esparcir las semillas de maíz por toda la región, asegurándose de que prosperaran y alimentaran a la comunidad.

Con gran alegría, los niños regresaron a Sorata para compartir el maravilloso secreto que habían descubierto. La comunidad, con renovado asombro, aprendió que incluso de un accidente podía surgir una bendición inesperada.

Desde aquel día, el maíz se convirtió en el símbolo de la fortaleza y la generosidad de Sorata. Los habitantes cuidaron con esmero de sus campos de maíz, recordando siempre que la ayuda divina puede manifestarse en las circunstancias más inesperadas.

Y así, la región de Sorata siguió floreciendo, llena de alimento, alegría y el misterio del maíz que había transformado sus vidas para siempre.

FIN.

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