El Misterio del Miércoles Corto
Era un día como cualquier otro en la pequeña ciudad de Colorín. Todos los niños estaban en el colegio, ansiosos por aprender algo nuevo. Pero ese miércoles en particular, algo raro ocurrió: el día decidió que iba a ser más corto de lo habitual.
Todos en la escuela estaban enojados. - ¿Por qué siempre pasa lo mismo? - se quejó Tomi, un nene muy curioso. - ¡Nunca vamos a terminar nuestra tarea a este paso! - agregó Clara, su mejor amiga, mientras miraba el reloj.
La maestra Paula, que siempre había sido muy comprensiva, decidió hacer algo al respecto. - Chicos - anunció con una sonrisa - hoy, vamos a hacer algo diferente. En vez de quejarnos por el tiempo, vamos a aprovechar lo que tenemos. ¡Así que usen su imaginación!
Los niños se miraron entre sí, intrigados. - ¿Qué proponés, seño? - preguntó Julián.
- Propongo que hagamos un viaje de aventura - dijo la maestra. - Usaremos nuestra creatividad para explorar un nuevo mundo.
Y así, la maestra Paula les pidió que se sentaran en círculo y cerraran los ojos. - Imaginen que están en una isla lejana llena de tesoros - comenzó a contar. - En esta isla hay un cofrecito dorado que tiene el poder de hacer que un día sea más largo, pero solo si trabajamos juntos para encontrarlo.
Los niños comenzaron a emocionarse. - ¡Sí! - gritó Clara. - ¡Vamos a encontrar ese tesoro!
La maestra los llevó a través de la selva mágica de sus imaginaciones. - En nuestro camino, debemos cruzar un río que nos dividirá. ¿Cómo hacemos? - preguntó la maestra.
- ¡Construimos una pasarela con troncos! - sugirió Tomi.
- ¡Buenísimo! - aclamaron todos.
Los niños empezaron a describir cómo construirían su puente imaginario. Al final, lograron cruzar el río y llegar a un lugar donde había criaturas mágicas.
- ¡Miren! - dijo Julián, señalando a un unicornio.
- ¡Es hermoso! - exclamó Clara.
La maestra se unió al juego y les pidió a los chicos que ayuden al unicornio a encontrar su casa. - ¿Qué podemos hacer? - preguntó.
- ¡Sigamos la estrella brillante! - dijo Sofía, mirando hacia lo alto.
Mientras se movían, sus corazones latían más rápido, y la emoción llenaba el aire. Pronto llegaron a una cueva.
- Dentro de esa cueva está el cofrecito dorado - dijo la maestra con voz misteriosa. - ¿Pero qué debemos hacer para abrirlo?
Los niños se quedaron en silencio. Era justo lo que necesitaban pensar.
- ¡Ya sé! ¡Debemos ayudarnos entre todos! - dijo Julián con determinación.
Y así, mientras cada uno compartía sus ideas, se dieron cuenta que colaborando podían resolver retos y dificultades. Después de aplicar todas sus sugerencias, la cueva se llenó de luces y apareció ante ellos el cofrecito dorado.
- ¡Lo logramos! - gritaron todos juntos.
La maestra entonces les explicó que el verdadero tesoro no era el cofrecito, sino lo que habían aprendido sobre la colaboración, la amistad y la creatividad.
Cuando abrieron el cofrecito, no encontrarons riquezas, sino un reloj mágico que les permitía extender su tiempo siempre que trabajaran juntos. Todos se miraron sonriendo, sabiendo que el miércoles corto no había sido un problema, sino una oportunidad para crecer.
Sus ojos brillaban de emoción, y el día terminó siendo uno de los más memorables de sus vidas.
Esa tarde, al salir de la escuela, los niños no podían dejar de hablar sobre el viaje que habían hecho juntos, y cómo juntos, habían hecho posible que su miércoles fuera más largo y lleno de aventuras.
Desde ese entonces, nunca más se quejaron por el tiempo. Aprendieron que incluso si un día es corto, lo que realmente importa es cómo lo aprovechamos.
Y así, en Colorín, cada miércoles se convirtió en un día especial, y cada niño aprendió que los mejores tesoros están en la amistad y en compartir experiencias.
FIN.