El Misterio del Ojo de la Cerradura



Era una mañana soleada cuando Lauti, un niño curioso y lleno de energía, decidió explorar el viejo caserón que estaba al final de su calle. La casa había estado vacía por mucho tiempo y todos los chicos del barrio hablaban de ella. Algunos decían que estaba embrujada, otros que guardaba tesoros escondidos.

"No hay nada de qué tener miedo, igual yo no creo en esas cosas", se dijo Lauti mientras se acercaba a la puerta.

Cuando llegó, notó que la puerta estaba entreabierta. La curiosidad pudo más que el miedo y decidió asomarse por el ojo de la cerradura. Con el corazón acelerado, se agachó y, al mirar a través de la cerradura, se quedó boquiabierto. Lo que vio lo dejó completamente sorprendido.

"¡Increíble!", exclamó Lauti, emocionado. Del otro lado de la puerta había un jardín lleno de colores, flores de todos los tamaños y un pequeño estanque que brillaba bajo la luz del sol.

Justo cuando empezaba a imaginar cómo sería entrar, escuchó un ruido detrás de él. Era su amiga Clara, quien llegó corriendo.

"¿Qué haces, Lauti?" preguntó Clara, con curiosidad.

"¡Mirá! ¡Espectacular!" respondió Lauti, señalando el ojo de la cerradura.

Decidieron juntos empujar la puerta y, para su sorpresa, se abrió fácilmente. Entraron cautelosamente al jardín, que parecía sacado de un cuento de hadas. Pequeñas criaturas, que parecían duendes, correteaban por allí.

"¿Viste? ¡No hay nada que temer!", dijo Clara, sonriendo.

"Tenés razón, esto es un sueño", respondió Lauti, sintiéndose valiente.

Mientras exploraban, encontraron una misteriosa piedra brillante en el centro del estanque. De repente, una pequeña duendecilla salió de detrás de un arbusto.

"¡Hola, amigos!" dijo, con una voz melodiosa. "Soy Lili, guardiana del jardín. Ustedes han sido elegidos para ayudarme a proteger nuestro hogar. ¡Este lugar necesita de su ayuda!"

"¿Ayudar? Pero, ¿cómo?" preguntó Clara, intrigada.

"Un extraño ha lanzado un hechizo sobre el jardín. Si no encontramos la forma de romperlo, todas las flores y criaturas desaparecerán. ¡Solo un corazón puro puede hacer que vuelva a florecer!" explicó Lili, con preocupación.

Lauti y Clara se miraron, sabían que debían ayudar.

"¿Qué tenemos que hacer?" preguntó Lauti, decidido.

"Debemos reunir tres objetos especiales que te ayudarán a vencer el hechizo: una pluma de un ave mágica, una concha del río de las voces, y una hoja de la planta que ríe."

Con un mapa que les entregó Lili, Lauti y Clara se embarcaron en su aventura. El primer destino era el bosque encantado, donde se decía que vivía el ave mágica. Por el camino, se encontraron con un árbol parlante.

"¡Hola, pequeños!", dijo el árbol. "¿Qué los trae por aquí?"

"Venimos a buscar una pluma de un ave mágica", respondió Clara.

"Para encontrarla, deben demostrar su valentía. Atravesar el río de los susurros es el primer paso. Allí las voces les ayudarán a seguir el camino correcto."

Lauti y Clara se armaron de valor y, aunque el río parecía aterrador, continuaron. Las voces comenzaron a guiarles con rimas.

"Si quieres a un ave llenar de fe,

cruza este río sin retroceder."

Siguiendo las indicaciones, lograron cruzar. Ellos se encontraron con el ave mágica, que les dio la pluma a cambio de una promesa:

"Prométanme cuidar siempre de la naturaleza."

"¡Lo prometemos!" dijeron al unísono.

El segundo desafío fue en el río de las voces, donde tenían que encontrar la concha. Allí, un pez sabio les dijo:

"Solo podrán tomar la concha si responden correctamente a mi acertijo. ¿Qué es lo que siempre avanza pero nunca retrocede?"

Lauti frunció el ceño. Después de unos momentos pensativos, exclamó:

"¡El tiempo!"

"Correcto! Aquí tienen su concha, pero recuerden, el tiempo es valioso. Ustedes pueden cambiar su rumbo."

Por último, fueron al prado risueño donde crecía la planta que ríe.

Allí, entre risas y pétalos danzantes, encontraron la última hoja. Al tener los tres objetos, regresaron al jardín y se los entregaron a Lili.

"Con estos, el hechizo será roto", les dijo, y al tocar la piedra con ellos, un hermoso brillo envolvió el jardín y las flores comenzaron a florecer nuevamente.

"Gracias, chicos. Ustedes son los verdaderos héroes!" exclamó Lili, y las criaturas del jardín celebraron.

Lauti y Clara aprendieron que la valentía, la amistad y el respeto por la naturaleza son tesoros que siempre deben cuidarse. Prometieron volver a visitar a Lili y a seguir cuidando de su querido jardín. Así, el viejo caserón dejó de ser un lugar de miedo y se convirtió en un símbolo de aventura y amistad.

Y desde ese día, Lauti y Clara sabían que no hay límites para la curiosidad y el amor por la naturaleza.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!