El misterio del parque de diversiones
Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, un parque de diversiones llamado "Juegos de Terror". Este parque era famoso por sus atracciones espeluznantes y su dueño, don Miguel, un hombre muy distraído que siempre estaba pensando en nuevas formas de asustar a sus visitantes. Pero había algo que don Miguel no había notado: un pequeño gato negro que merodeaba por su parque.
Una tarde, mientras don Miguel estaba organizando una función especial de "El tren del miedo", el gato se divertida jugando entre las sombras. Sin embargo, su mirada tenía un brillo extraño que no pasaba desapercibido para un grupo de niños que se habían decidido a explorar el parque.
"¡Miren!", exclamó Sofía, una valiente niña de ocho años. "Ese gato parece... diferente. Tiene algo especial".
"Sí, parece que brilla en la oscuridad", comentó Lucas, su amigo. "Pero puede ser peligroso acercarse".
"No, no. Vamos a averiguarlo. ¡No hay que tener miedo!", insistió Sofía emocionada.
Los amigos decidieron seguir al gato, que corrió hacia la casa de los espejos. Allí, las luces parpadeaban y los espejos reflejaban imágenes distorsionadas. Al entrar, se dieron cuenta de que el gato estaba jugando con una sombra oscura que lo seguía.
"¡Miren eso!", gritó Lucas. "¿Qué será?".
Sofía se acercó un poco más. Esa sombra parecía querer escapar, pero no podía.
"Creo que esa sombra está atrapada", dijo Sofía. "¡Vamos a ayudarla!"
Con mucho cuidado, comenzaron a rodear a la sombra. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de liberar a la sombra, don Miguel entró corriendo, sin ver lo que sucedía, y tropezó con una de las atracciones.
"¡Ay! ¡Qué cosa, siempre estoy lleno de sorpresas!", exclamó mientras se levantaba. Al ver a los niños, se les acercó preguntando: "¿Qué hacen aquí, niños?"
"Estamos tratando de ayudar a esta sombra", respondió Sofía,
"¡Parece que algo está pasando aquí!".
Don Miguel, aunque distraído, se dio cuenta de que los niños tenían razón.
"¿Cómo no me di cuenta?", murmuró. "Ese gato y esa sombra son parte de algo mucho más grande".
"¿Qué hacemos? , preguntó Lucas, preocupado.
"Vamos a necesitar un poco de magia", dijo don Miguel, guiñando un ojo. "No se preocupen, yo tengo una idea".
Con la ayuda de los niños, don Miguel reunió todos los artículos mágicos del parque: sombreros de mago, varitas brillantes y algunos dulces encantados. Comenzaron a hacer un hechizo para liberar la sombra.
"¡Una, dos, tres! ¡Que la sombra brille en libertad!", gritaron todos a coro.
De repente, la sombra empezó a temblar y se hizo más brillante. En un instante, la sombra se convirtió en un hermoso arcoíris que llenó toda la casa de espejos de colores.
El gato negro, que había observado todo, dejó escapar un maullido de alegría y se transformó en un pequeño duende.
"¡Gracias! ¡Gracias! He estado atrapado por mucho tiempo!", comentó el duende mientras danzaba entre los colores.
"Por fin estoy libre. Esta es mi verdadera forma", continuó el duende exclamando.
Don Miguel, sorprendido pero emocionado, dijo: "¡Nunca hubiera pensado que un gato podía ser tan especial!".
Sofía y Lucas sonrieron, felices de haber ayudado. A partir de ese día, el parque de diversiones cambió su nombre a "Juegos de Color" y cada día se organizaban aventuras mágicas gracias a la ayuda de don Miguel y el duende, que se hizo su amigo.
Los niños aprendieron que a veces, lo que parece terrorífico, puede tener un corazón lleno de bondad. Y sobre todo, que juntar fuerzas y ayudar a otros puede cambiar por completo la historia.
Y así, el parque se convirtió en el lugar más divertido para todos, lleno de magia y risas.
Fin.
FIN.