El Misterio del Patio de la Escuela



Era un día soleado en la escuela primaria San Martín. Los novenos grados, emocionados por el día de deportes, conversaban animadamente en el patio. Entre ellos estaban Juan, un apasionado del fútbol; Ana, que adoraba la natación; Lucrecia, la más estudiosa del grupo; Tomás, un niño que disfrutaba de hacer arte, y Nicolás, el más aventurero. La maestra, la señorita Valeria, había prometido que al final del día habría una sorpresita.

Mientras los chicos se preparaban, de repente, un gran grito resonó en el patio. Era Lucrecia. "¡Chicos, miren esto!"- exclamó, apuntando a un arbusto. Al acercarse, descubrieron un viejo mapa enrollado. Todos se miraron con asombro. "¿Qué será?"- preguntó Nicolás, sus ojos brillando de emoción. "Podría ser un mapa del tesoro"- sugirió Juan, con una sonrisa de complicidad. La curiosidad les ganó, y decidieron seguir el mapa, aunque solo les quedaba una hora antes de que empezara la competencia de deportes.

A medida que se aventuraban por el patio y el jardín del colegio, el mapa los llevó a lugares inesperados: detrás del árbol grande, debajo de un banco, e incluso al aula de arte, donde Tomás dejó un pequeño dibujo escondido. Pero en cada punto, no encontraban nada que pareciera un tesoro. La tensión comenzó a crecer. "Quizás no sirve de nada"- murmuró Lucrecia, desanimada. Sin embargo, Nicolás, siempre el optimista, dijo: "Algunas de las mejores aventuras no llevan a tesoros materiales, sino a momentos divertidos juntos"-.

Finalmente, llegaron hasta el gran columpio que estaba al lado del patio. Al revisar el mapa, se dieron cuenta de que allí había un círculo marcado. "Vamos a excavar"- propuso Juan, con una pala que había encontrado en el rincón. Tras unos minutos de cavar, se toparon con algo duro. ¡Era una caja! Con el corazón latiendo de emoción, la abrieron y encontraron un montón de cartas y dibujos de estudiantes de años anteriores, junto con un mensaje de la señorita Valeria. "El verdadero tesoro son los recuerdos y la amistad"- leyó Ana. Los chicos sonrieron, ahora comprendían que el verdadero premio de su aventura era el compañerismo y los momentos que habían compartido.

FIN.

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