El Misterio del Pueblo Perdido



Era un brillante día de sol en un pequeño pueblo colombiano llamado Valle Verde. Lucas y Sofía, dos amigos de la infancia, decidieron jugar cerca de la plaza del pueblo. Pero, con el correr de la tarde, se dieron cuenta de que sus padres aún no habían llegado a buscarlos.

"¿Dónde estarán nuestros papás?", preguntó Sofía, frunciendo el ceño.

"No lo sé. Tal vez se quedaron hablando con los vecinos", respondió Lucas, más seguro de lo que realmente sentía.

Los minutos se convertían en horas, y la preocupación comenzó a invadir sus corazones. Decididos a encontrar a sus padres, Lucas y Sofía se adentraron en el pueblo, recorriendo callecitas empedradas y preguntando a los comerciantes que encontraban en el camino.

"¿Ha visto a nuestros papás?", preguntó Lucas a una amable anciana que vendía dulces.

"Hace un rato los vi en la tienda de doña Clara". Dijo la anciana mientras les ofrecía un dulce de guayaba.

"¡Gracias!", exclamaron en coro los niños, con una chispa de esperanza.

Se dirigieron a la tienda, pero al llegar, sólo encontraron a doña Clara arreglando un estante.

"¿Dónde están nuestros papás?", preguntó Sofía preocupada.

"Ellos salieron al mercado a comprar algunas cosas. ¿Por qué no esperan aquí?", sugirió doña Clara, ofreciendo a los niños unas galletas caseras.

"No, necesitamos encontrarlos ahora mismo", dijo Lucas con determinación.

Sofía y Lucas, con un plan en mente, decidieron ir al mercado. Al llegar, la multitud de personas les dificultaba la búsqueda. Con cada puesto que visitaban, su preocupación crecía.

"¿Y si no los encontramos nunca?", preguntó Sofía, tratando de contener las lágrimas.

"No digas eso, Sofía. Deben estar justo aquí, ¡sigamos buscando!", la alentó Lucas.

De repente, escucharon una risa familiar que resonaba entre los puestos. No podía ser, ¿serían sus padres? Siguiendo el sonido, corrieron hacia un stand de frutas llenas de tonos vibrantes y aromas atrapantes.

Cuando llegaron, vieron a sus padres rodeados de frutas frescas y conversando animadamente con otros adultos. El alivio y la alegría inundaron los corazones de Lucas y Sofía.

"¡Mamá! ¡Papá!", gritaron a la vez.

Los padres se dieron vuelta, un poco sorprendidos pero muy felices al ver a sus hijos.

"¿Dónde estaban? ¡Nos preocupamos mucho!", dijo la madre de Sofía, agachándose para abrazarla.

"Nosotros también..." dijo Lucas mientras abrazaba a su padre.

"Estábamos comprando unas sorpresas para ustedes", explicó el padre de Lucas, mostrando dos coloridos globos.

"No más dudas sobre los lugares, prometamos siempre avisarnos cuando vamos a algún lado", sugirió Sofía, mientras su papá sostenía su mano.

"¡Buena idea! Así no nos volveremos a perder!", acordó Lucas, sonriendo.

Al final del día, los niños aprendieron que aunque pueden surgir preocupaciones cuando nos sentimos perdidos, siempre hay maneras de buscar soluciones. Y lo más importante, la unión y la comunicación son clave cuando algo no sale como esperábamos. Juntos, con globos en mano, regresaron a casa hablando de sus aventuras y compartiendo risas.

Ese día, no solo encontraron a sus padres, sino que también recordaron que la amistad y la familia siempre son un buen lugar para volver.

FIN.

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